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Richistán, un país de lujo sólo para nuevos ricos

Richistán, un país de lujo sólo para nuevos ricos
Richistán, un país de lujo sólo para nuevos ricosBLOOMBERG

æpermil;rase un país de reactores Gulfstreams privados y de yates tan grandes que albergan canchas de baloncesto. Un lugar donde las casas en la playa, los relojes Franck Muller y los zapatos Jimmy Choo se dan por sentados. Y donde a pesar de que no importa cuántas mansiones se puedan tener, ni Maybachs conducir, ni Jackson Pollocks colgados de las paredes, sus habitantes se sienten inseguros desde el punto de vista financiero. Todos piensan que necesitan ser el doble de ricos.

Bienvenidos a Richistán, el nombre del país virtual creado por Robert Frank, habitado por una nueva generación de multimillonarios estadounidenses. 'Los ricos no sólo querían ser más ricos; querían convertirse en financieros, creando su propio país dentro de otro país', escribe Frank en Richistán: Un viaje a través del boom americano de riqueza y de las vidas de los nuevos ricos, editado por Random House en EE UU. Frank escribe de este mundo en una columna sobre los ricos en The Wall Street Journal. Se adentra en este país de acaudalados para encontrarse con gente con 7,5 millones de euros o más. El resultado es un rápido recorrido literario con una mirada indiscreta de los detalles de las tendencias socioeconómicas.

¿Cómo vive el 1% de los estadounidenses que controla más del 33% de la riqueza del país? Piensen en la tapa de retrete de piel de cocodrilo de un jet privado, en piscinas de agua salada flanqueadas por columnas egipcias y en la pista de patinaje sobre hielo del gestor de fondos Steven Cohen. Los richistaníes proceden de la clase media y están tan lejos de los más ricos como de los burgueses bohemios. Tienen una 'personalidad dual, con valores de clase media y estilos de vida de clase alta'', asegura Frank.

Los personajes que describe el periodista Robert Frank tienen una personalidad dual, con valores de clase media y estilos de vida de gente de clase alta

Muchos se hicieron ricos con extraños productos. Sydell Miller, que regentaba una peluquería con su marido, inventó los champúes Matrix Essentials y vendió la empresa a Bristol-Myers Squibb por 750 millones de euros, explica el autor de libro. Ed Bazinet, un tranquilo católico de la Minnesota rural, ganó un montón de dinero vendiendo pueblecitos de cerámica en miniatura y ahora tiene más de 75 millones.

Tim Blixseth, en cambio, es un 'empresario serio' que ha hecho, perdido, y rehecho millones. Hijo de un predicador pobre, Blixseth recuerda que nació 'con una cuchara con cardenillo en mi boca''. Es un representante de la adicción a la riqueza, alguien que acumuló una gran fortuna en el negocio de la madera; retirado a los 40, empezó luego a construir instalaciones de ocio para otros millonarios. Frank describe a Blixseth en bata de baño en la cubierta de su yate antes del amanecer y frotándose los ojos. '¿Dónde demonios estoy?', se pregunta.

Pero los ricos también tienen problemas. La inflación en Richistán supera a la nacional porque compiten entre ellos por colegios privados, niñeras y cezannes. Las cosas más simples se hacen complicadas; un magnate inmobiliario cuenta el día en que se necesitaron cinco personas para atrapar un ratón. O el temor que tienen los mimosos padres richistaníes a dos palabras: Paris Hilton.

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