¡Lao Tse, Confucio, Marx... y Blackstone!
Hasta comienzos del siglo XVIII, China era la nación más poderosa del planeta. Logró construir la Gran Muralla y, sin embargo, no pudo evitar que los bárbaros del Oeste invadieran el Imperio del Medio. Sustituyó el confucionismo por Marx y atravesó la tumultuosa Revolución Cultural. Las primeras reformas de la China contemporánea llegaron con Den Xiaoping, quien, tal y como apunta Julia Lovell (La Gran Muralla: China contra el mundo), 'era un autoritario pragmático. Su principal preocupación era la seguridad nacional, y la llave de ésta, en su opinión, no era la democracia, sino la prosperidad económica en el sentido capitalista más amplio del término'.
Las dinastías se sucedieron con la inquietud constante de definir lo que era civilizado y de excluir aquello que no lo era. Hoy en día, el intervencionismo para controlar el flujo de información continúa siendo constitutivo del panorama sociopolítico chino. Gracias a su espectacular crecimiento económico, China acumula reservas de cambio que ascienden a 1,2 billones de dólares y que van encaminadas a crecer 500.000 millones anuales al ritmo actual. Sigue siendo una muralla que parece confundirse con una protección contra toda intromisión o interferencia exteriores.
Una gran particularidad de la economía china consiste en ser el epicentro del crecimiento mundial y el primer exportador de capital del mundo a la vez. En la única época comparable, la del desarrollo económico de Estados Unidos a comienzos del siglo XX, Gran Bretaña era por entonces el gran proveedor de capital. El año pasado, el excedente de cuenta corriente de China alcanzó el 9,5% de su PIB. Si a esto añadimos el saldo neto de las inversiones a largo plazo, obtenemos un saldo excedentario de la balanza de pagos correspondiente al 12% del PIB. La inversión nacional supera también el 40% del PIB.
Así, China no es solamente el mayor exportador de capital, sino también el país con el coeficiente de inversión nacional más alto en porcentaje del PIB. Estas exportaciones son el resultado de una política deliberada de intervención en el mercado de divisas a fin de mantener la moneda china a niveles extremadamente bajos y estables frente al dólar. Los 1,2 billones de dólares de reservas representan el 40% del PIB chino.
Por consiguiente, ¿qué debemos pensar acerca de la inversión de 3.000 millones de dólares en el gigante del capital riesgo Blackstone? En realidad no se trata más que de una gota en el océano. Si éste es el inicio de una auténtica voluntad de diversificar las inversiones de las reservas aún queda por probar que esta decisión sea acertada. ¿Tiene sentido la puesta en práctica de esta política de acumulación de reservas, dictada por el mantenimiento de una infravaloración masiva del yuan?
Algunos así lo creen. Esta práctica contribuye a mantener los tipos de interés reales a niveles muy bajos en todo el mundo, lo cual favorece el consumo de los hogares en los países más desarrollados. Pero la continuación indefinida de una política de créditos proveedores parece ilusoria. El déficit exterior estadounidense, que es la contrapartida de los excedentes chinos, ya está suscitando tentaciones proteccionistas en el Senado demócrata. Más allá de este riesgo, el quid de la cuestión consiste en saber durante cuánto tiempo seguirán las autoridades chinas considerando que la acumulación de activos de bajo rendimiento y totalmente vulnerables a la inevitable apreciación del yuan tiene sentido.
¿Qué alternativa le queda al Gobierno? La repuesta no es tan simple. Es necesario ahorrar menos y dejar que el tipo de cambio nominal se aprecie con mayor celeridad, lo cual permitiría eliminar las consecuencias inflacionistas de este cambio político. Al Gobierno chino le sobran los medios para seguir gastando en sanidad y educación. Puede igualmente poner en marcha el borrador de un sistema de jubilación. No olvidemos que la mayor parte del ahorro chino es obra del Gobierno y de las empresas, es decir, todavía del Estado en gran número de casos. Por consiguiente, el nivel de ahorro es una decisión deliberada, una política susceptible de ser modificada en cualquier momento. La tasa de ahorro en China corresponde al 50% del PIB, un nivel extremadamente elevado. En consecuencia, el margen de desarrollo sigue siendo considerable.
China ha iniciado una vía de desarrollo sin vuelta atrás. No tardará en figurar, si no lo está ya, entre las grandes potencias mundiales, tanto en el ámbito militar como en el económico. ¿Qué otros valores, aparte del poder y el dinero, podrá transmitir China si quiere destacar también entre las grandes naciones culturales y científicas? ¿Cuál puede ser el papel de las grandes potencias mundiales frente a China? El futuro se encargará de responder a esta pregunta. Entretanto, seguiremos observando a China, que hoy en día se encuentra a la cabeza de las naciones susceptibles de inducirnos a redefinir o a modificar nuestra política de inversión.
Eric Le Coz. Miembro del Comité de Inversiones de Carmignac Gestion