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Tribuna
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Campeón de la unión

En las últimas semanas he tenido la ocasión de participar en varios foros para hablar sobre trabajo en equipo, un tema de cuya importancia no somos conscientes ni tampoco de su complejidad. Lo primero que conviene señalar es que la mera acumulación de talento -por muy buena que sea cada persona individualmente- no forma un equipo, sólo un grupo. Ha sido el caso del Real Madrid durante los tres años pasados.

La diferencia entre un equipo y un grupo es que en el primer caso el rendimiento del conjunto es mayor que el de las de las partes por separado, mientras que en el segundo caso el resultado es igual o inferior. Dentro de un equipo que no funciona bien, cada jugador parece peor de lo que es; el talento se contrae y pasa desapercibido. Dentro de un equipo que funciona bien, cada jugador termina pareciendo mejor de lo que es; el talento se expande y alcanza cotas insospechadas. Lo hemos visto por ejemplo con Diarra. De las críticas ácidas se ha pasado a los aplausos eufóricos. El jugador de Malí marcaba el pasado domingo el segundo gol, que daba el título al club blanco.

¿Cuáles son las claves del trabajo en equipo? Primero, un objetivo muy claro que indique hacia dónde se dirige la entidad y permita juntar fuerzas en la misma dirección. 'No hay buen viento para quien no sabe a dónde va', decía Séneca. Si no existe claridad sobre el rumbo, cada persona irá por su cuenta dando paladas en un sentido y en otro desperdiciando energías y esfuerzos.

La mera acumulación de talento no forma un equipo, sólo un grupo. Ha sido el caso del Real Madrid durante los tres años pasados

Fabio Capello fue fichado para ganar un título, sabía qué modelo quería y lo ha defendido a muerte. El 7 blanco, Raúl González, lo expresaba así después del encuentro: 'Esta victoria es gracias a un colectivo. Con mucha fe y mucha confianza lo hemos conseguido. En las ultimas temporadas el objetivo estaba disperso, no iban todos en el mismo camino. Pero nos dimos cuenta de que haciendo equipo se consiguen los títulos'.

Pepu Hernández, después de ganar el Mundial de Baloncesto de Japón, manifestaba: 'Los jugadores tienen que ver que remas en la misma dirección, que no estás trabajando tú por un lado y ellos por otro; que todos de forma conjunta estamos en la misma línea y con los mismos objetivos'.

En segundo lugar está la complementariedad. Si tenemos dos personas iguales en realidad es como si sólo tuviésemos una. Cualquier reto es tan complejo que demanda talentos complementarios que den lo mejor en cada uno de los eslabones de la cadena de valor. Quien vaya de llanero solitario tiene los días contados. Solos no somos nadie. Todos tenemos limitaciones que deben ser compensadas con las fortalezas de otros miembros de la organización. La unión de esfuerzos nos permite llegar más lejos. Las individualidades tienen un recorrido de corto alcance. En un equipo se necesita gente con clase y gente con oficio; jugadores jóvenes con hambre y futbolistas veteranos con experiencia.

Por último, unión. Ninguna meta que merezca la pena se puede conseguir si no existe compenetración, buen rollo o como lo quieran llamar. Si se logra, el éxito será casual pero no causal; puntual pero no recurrente. 'æpermil;ste es el título de la unión y el colectivo', manifestaba el capitán madridista. Sólo con una fuerte unión es posible superar los momentos difíciles -que antes o después acaban apareciendo- evitando que el equipo desfallezca y se hunda en una crisis.

¿Cuáles son los mayores aliados de la unión? Humildad y generosidad. Humildad para saber que en la coreografía del triunfo intervienen personas con contribución diferente a pesar de que en muchas ocasiones la cara visible del triunfo sea una sola. Hay personas que hacen una labor callada, discreta, poco vistosa pero tremendamente eficaz. No hay que olvidarse de ellos.

Se acuerdan quién ganó el Mundial de Fútbol de 1986? Argentina. De aquella selección se decía que era Maradona y 10 más, pero en el plantel también estaban Batistuta, Bochini, Burruchaga, Valdano, Ruggeri o Passarella; un entrenador (Bilardo) y un cuerpo técnico. Hay que ser muy humilde para aceptar que a pesar del trabajo realizado en muchos casos el reconocimiento recae en una persona.

Generosidad para poner las capacidades, los conocimientos y la experiencia al servicio del grupo renunciando al lucimiento personal. Hay personas que prefieren un éxito pequeño pero propio a un éxito grande pero compartido. Eso es un gran error. También Pepu Hernández, tras la victoria mundialista, decía: 'Las claves de nuestro éxito han sido respeto, confianza y muchísima generosidad, que no significa otra cosa que darte al grupo olvidando en muchos casos lo que significas como individuo'.

Cuáles son los mayores enemigos de la unión? El ego y la incoherencia. 'El ego -decía Valdano- es siempre una interferencia en la consecución de los logros colectivos y se encuentra en todos los sitios'; y muy especialmente en el fútbol y muy particularmente en clubes grandes. El ego es pensar más en uno mismo que en los demás. Es la esencia del individualismo y el personalismo. Cuando todo el mundo quiere ser excepción y nadie norma el caos está servido. Hay que advertir que sólo con genialidades ningún equipo triunfa. 'El talento -apunta José Antonio Marina- es la capacidad de conseguir resultados extraordinarios con gente ordinaria'.

La incoherencia -la inconsistencia entre lo que se dice y hace- es también demoledora para los equipos de trabajo. Las palabras, si no van acompañadas de los hechos, causan un gran desaliento en el equipo y generan una sensación de injusticia que no es fácil de restaurar. Nadie puede exigir lo que no está dispuesto a dar. El directivo debe ser el primero en todo e ir un paso por delante con la bandera. Como afirma el médico y filósofo Albert Schweitzer, 'el ejemplo no es una de las maneras de influir en los demás, es la única'.

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