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CincoSentidos

Caminar junto a una estrella del golf se paga a precio de oro

Un buen golfista profesional es una ocupación con mucho porvenir. Aquí, como en los grandes parqués del mundo, lo importante es coger una buena bolsa. Este es el primer objetivo y la primera norma para conseguir vivir con holgura del oficio de caddie.

Durante la pasada temporada en todo el mundo hubo 150 golfistas que superaron el millón de euros en premios, lo que significa que sus caddies se llevaron un buen pellizco de esos galardones. El ayudante de Tiger Woods, el neozelandés Steve Williams, hace años que supera el millón de euros en ingresos. Está considerado como el deportista mejor pagado de su país, por delante de las estrellas de la selección de rugby de los All Blacks o de Dean Barker, patrón del Emirates Team New Zealand y participante en la Copa del América de vela, el deporte nacional del país donde hay un barco por cada ocho habitantes.

Los acuerdos económicos entre golfistas y caddies difieren mucho, aunque existen unos mínimos. Por ejemplo, un caddie cobra 750 euros como salario base por semana trabajada, además de participar en un tanto por ciento de las ganancias que obtiene el jugador. Ese porcentaje es de un 5% si logra pasar el corte, un 7% si se clasifica entre los diez primeros y un 10% si su patrón se embolsa en primer premio.

Seve Ballesteros solía decir que él sólo quería a alguien que anduviera a su ritmo

Para un caddie que cargue con la bolsa en la espalda de un jugador que haya ganado un torneo del PGA Tour la temporada le puede reportar unos ingresos por encima de los 200.000 euros.

La vida de los caddies, sin embargo, no es tan cómoda como podría pensarse. Es un trabajo en el que no existe seguridad social y en el que ellos mismos deben abonarse los gastos de viaje y estancia hasta la localidad donde se juega el torneo.

Ahí se reencontrará con su jugador, dispuesto a asesorarle en aquellos mínimos detalles que a él se le puedan escapar. Sus certeros consejos pueden servir para ganar un torneo o para perderlo si comete una equivocación.

Aquellos golfistas que alternan dos circuitos, como puede ser el caso de Sergio García y José María Olazábal, que militan en los tours europeo y estadounidense, ofrecen unas condiciones distintas a sus colaboradores. El vasco, por ejemplo, abonaba al que hasta ahora era su caddie, el escocés Phil Morbey, 2.400 euros por semana trabajada. Además de participar en sus premios con los porcentajes estipulados, percibía otra paga de 34.000 euros anuales. Era una manera de subvencionar los viajes transcontinentales.

Sergio García trabaja con el sudafricano Glen Murray, al que también le paga por encima de lo estipulado en los mínimos. En su caso, Murray se beneficia del avión privado que el castellonense ha adquirido este año, lo que facilita sus traslados.

Ellos forman parte del grupo de privilegiados, igual que Jim Mackay, el caddie de Phil Mickelson; Terry McNamara, que lo es de la golfista sueca Annika Sorentam; o Mike Fluff Cowan, que trabajó con Woods y que ahora lleva la bolsa de Jim Furyk.

Todos ellos, además, tienen sus propios contratos publicitarios, generalmente en torno a la marca de ropa o de palos que equipa a su jugador.

Los buenos jugadores son extremadamente exigentes con sus caddies. Severiano Ballesteros solía decir, por ejemplo, que él sólo quería a alguien que caminara a su lado 'al mismo ritmo'.

Sin embargo el caddie es algo más: es la persona que está más cerca del golfista, el único que rompe su soledad cuando se enfrenta a cada golpe durante el recorrido.

La mano derecha del jugador

Además de conocer perfectamente al golfista, saber qué distancia es capaz de pegar con cada palo de la bolsa, las características del vuelo de su bola, de advertirle de todos los peligros, las distancias, las caídas del green o el viento, el caddie supone una ayuda psicológica inmediata. Una palabra suya, un comentario, una sonrisa, ayudan en el momento adecuado a rebajar la tensión.Conocen las debilidades de quién les paga. La discreción es obligada para llegar y mantenerse en la elite. Mike Fluff Cowan no lo entendió así cuando trabajó para Woods, el número uno mundial. Sus comentarios le valieron el despido. Si se ve capacitado, sepa que Olazábal busca caddie.

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