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Tribuna
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La energía más limpia es la que no se consume

La toma de conciencia sobre el cambio climático ha llevado a plantear soluciones basadas en las energías renovables o los biocombustibles, subraya el autor. Pero, en su opinión, la forma más efectiva de reducir hoy las emisiones está en las tecnologías de bajo consumo, de las que se está haciendo eco la cumbre del G-8 que comenzó ayer en Alemania.

La toma de conciencia sobre el cambio climático ha llevado a plantear soluciones basadas en las energías renovables o los biocombustibles, subraya el autor. Pero, en su opinión, la forma más efectiva de reducir hoy las emisiones está en las tecnologías de bajo consumo, de las que se está haciendo eco la cumbre del G-8 que comenzó ayer en Alemania

Es raro el día en que no se habla del cambio climático. Los estudios científicos más recientes demuestran que es real y que se debe a la actividad humana. Si queremos ir más allá de las palabras y las evasivas, tenemos que abordar soluciones urgentes.

Las energías renovables, la captura de CO2 y los biocombustibles están entre las principales soluciones planteadas para mitigar el cambio climático. Todas ellas son válidas y deben ser desarrolladas, pero la verdad es que la mayor parte de estas tecnologías, o no están maduras, o son aún muy caras, o tienen efectos secundarios inaceptables.

En la industria, las mayores reducciones de emisiones a corto plazo provendrán de las acciones para hacer más eficientes los procesos

Hay una forma más rápida, barata y efectiva de reducir las emisiones de CO2, y se puede aplicar ya: las tecnologías de bajo consumo que están experimentadas y disponibles actualmente en el mercado. La eficiencia energética es la opción más sencilla en la campaña para proteger el medio ambiente, porque las tecnologías necesarias están disponibles y sabemos cuántos ahorros producirán.

China, por ejemplo, tiene enormes necesidades de energía que los combustibles alternativos no pueden satisfacer. El país va a abrir una nueva central térmica de carbón cada semana de los próximos 10 años, no porque sean adictos al carbón, sino porque es la única fuente energética de la que disponen, y que se pueden permitir. La cuestión, hoy, es cómo podemos ayudar a China a aumentar la eficiencia de esas centrales de carbón para minimizar las emisiones de CO2.

Análogamente, en la industria, las mayores reducciones de emisiones a corto plazo provendrán de las acciones para hacer más eficientes los procesos. Por poner un ejemplo, la industria consume aproximadamente el 40% de toda la energía, y dos terceras partes de ese consumo corresponden a motores eléctricos. Los dispositivos que regulan la velocidad de esos motores pueden reducir su consumo de energía en un 50% en muchas aplicaciones. A pesar de ello, menos del 10% de los motores disponen de esos dispositivos. Sólo con que se aplicasen a todos los motores nuevos instalados el año pasado se reducirían 200 millones de toneladas de emisiones de CO2 al año, cantidad superior a las emisiones de un país como Holanda. Y hay muchas otras oportunidades similares de ahorros energéticos.

Los líderes del G-8, en la reunión que celebran desde ayer en Alemania, tienen razón al centrarse en la eficiencia energética en los debates sobre las maneras de mitigar el cambio climático. Se trata de una gran oportunidad de llamar la atención sobre la necesidad de consumir los recursos existentes con más cuidado. La industria puede contribuir muchísimo, pero se necesitarán también voluntad política y ayudas para desarrollar todo este potencial.

Hay muchas cosas que pueden hacer los políticos:

Divulgar los beneficios económicos de la eficiencia energética. Los plazos de retorno pueden ser extremadamente reducidos, a pesar de lo cual muchas empresas aún se centran en los precios de compra, sin considerar los costes de los consumos a lo largo de la vida de los equipos. El precio de compra de un motor eléctrico, por ejemplo, es sólo un 1% de lo que costará la energía consumida durante toda su vida.

Incentivar a las empresas y a las autoridades locales para que ahorren energía. Lo más justo sería establecer un precio global de las emisiones y un mercado para comerciar con los derechos. Esto llevará tiempo. Mientras tanto, los Gobiernos de los países pueden promover las tecnologías eficientes, desarrollando normas que las favorezcan en las inversiones públicas, o de cualquier otra forma.

Los Gobiernos deberían tener en cuenta la eficiencia energética de cualquier proyecto que financien, tratado que negocien, proyecto de investigación que promuevan, escuela u hospital que construyan, etcétera. Las demás instituciones seguirán la estela de los Gobiernos.

Los políticos deberían tener en cuenta también la posibilidad de actuar sobre la legislación. Por ejemplo, en Australia se van a prohibir las lámparas de incandescencia, y la Unión Europea probablemente hará lo mismo. Dado que el ahorro que suponen las bombillas de bajo consumo es enorme, los Gobiernos han decidido que no pueden esperar más para retirar las bombillas convencionales más baratas.

Las exigencias de eficiencia energética se elevaron radicalmente en la década de 1970, sin que el crecimiento se viera afectado. Muy al contrario, con ello las economías se han hecho más resistentes al aumento de los precios del petróleo de los últimos años, y con las ayudas a las tecnologías eficientes se reducirá aún más la dependencia de las importaciones de combustibles. Sólo el miedo nos impide actuar con mayor decisión en este sentido.

El debate del G-8 sobre eficiencia energética es una señal positiva. Es esencial que los líderes no se limiten a estar de acuerdo de boquilla y tengan la valentía de comprometer a sus países para ser modelos de eficiencia energética que otros puedan seguir.

Fred Kindle. Presidente ejecutivo de ABB

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