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Tribuna
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Innovación, el camino que hay pendiente

Para que España pueda estar en los primeros puestos del tren de Europa es imprescindible fomentar la I+D+i, según el autor. En su opinión, en el actual escenario de globalización la inversión en investigación es una herramienta de supervivencia para la industria.

Los esfuerzos del Gobierno realizados en los últimos años para potenciar la innovación en España a través de incentivos financieros y fiscales se han convertido en un motor impulsor para el entorno empresarial. Gracias a los beneficios resultantes, quienes se acogen a estas ayudas consideran que son pilares fundamentales para sus planes de negocio, la mejora de sus estructuras productivas y la optimización de sus niveles de competitividad en el mercado.

En la actualidad, son muchas las empresas que se financian casi exclusivamente por sus actividades innovadoras y por los incentivos recibidos por ellas. Se cumple así con una doble finalidad: impulsar el desarrollo interno de los negocios para subsistir y despuntar ante el desafío de la competencia, y contribuir al desarrollo de la actividad tecnológica y de innovación en el ámbito nacional.

Atendiendo a los datos oficiales, el gasto interno en investigación y desarrollo se situó en 10.197 millones de euros en 2005, suponiendo el 1,13% del PIB y un incremento del 14% respecto a 2004, según la Estadística sobre Actividades en I+D 2005 publicada por el INE. No obstante, España sigue en la cola de la UE en gasto de I+D, y no alcanza a la media de la Europa de los Quince, situada en el 1,86% del gasto del PIB en 2004. Para lograr el objetivo del 2% en 2010, España tendría que aumentar anualmente su gasto en investigación y desarrollo en un 20% anual, pues con el ritmo actual de crecimiento este objetivo se alcanzaría en 2015.

Para lograr en 2010 el objetivo del 2% del PIB en I+D, España tendría que aumentar anualmente su inversión en un 20%

Invertir en innovación exige recursos financieros a largo plazo, algo más complicado aún para empresas de reducida dimensión. El tejido empresarial español está compuesto fundamentalmente por pymes que realizan en su mayoría actividades de desarrollo y que, al estar muy próximas al ámbito de la producción, son difíciles de identificar y prácticamente invisibles a las estadísticas oficiales que son las que nos valoran y sitúan respecto al resto de países.

Atendiendo al último ranking anual de la Comisión Europea, de las 1.000 empresas que han realizado una mayor inversión, sólo 22 son españolas, situando a nuestro país en el puesto 11 de la clasificación. Sin embargo, debemos hablar de una tendencia optimista, pues la inversión en I+D de las empresas españolas aumentó un 11,7% en 2005, el doble que la media de la UE, alcanzando los 1.178 millones de euros.

Otro indicador para calibrar el éxito de las medidas de fomento de la innovación es el creciente numero de solicitudes de informes motivados en relación al cumplimiento de los requisitos científicos y tecnológicos de los proyectos de I+D+i, objeto de deducción. Son cada vez más las empresas que se animan a generar una deducción que antes les parecía demasiado arriesgada. Consciente de la tendencia al alza de la cifra de solicitudes, el Consejo de Ministros ha habilitado a tres órganos más (además del Ministerio de Industria) para la emisión de informes motivados: el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) y la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM).

Hasta ahora, el Gobierno ha realizado un importante trabajo en la potenciación de ayudas a la I+D+i, quedando camino por recorrer si atendemos al objetivo propuesto en la Agenda de Lisboa. En un escenario en el que la ventaja competitiva de la industria española reside en el valor añadido de una técnica avanzada y no en la reducción de costes, donde la amenaza del bajo precio de la mano de obra en los países asiáticos y del norte de África es evidente, la inversión en I+D+i se convierte en una herramienta de supervivencia.

Si bien es cierto que en España hay mucho desarrollo pendiente de aflorar, cuanto mayor sean los incentivos fiscales y financieros ofrecidos, mayor será también el compromiso y la confianza de los empresarios para invertir esfuerzos, tiempo y recursos en innovación.

En definitiva, debemos insistir en que la inversión en I+D+i otorga la posibilidad de mejorar los resultados empresariales, contando con incentivos para estimular el gasto. Es fundamental que las empresas identifiquen todas las posibles vías de ayuda existentes para sus proyectos de innovación, ya sea mediante la obtención de fondos en forma de subvenciones y créditos, o deduciendo hasta el 70% de los gastos por estas actividades que pueden revertir en la empresa acortando la deuda tributaria, y utilizarse para financiar más I+D+i, indispensable para subirnos al tren de Europa.

Víctor Tarruella de Oriol. Socio-director general de Asesoría I+D+i y miembro del Círculo de Empresarios

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