Club empresarial busca socios con tres siglos de historia
El británico Club de los Tricentenarios reúne a compañías de todo el mundo con esa edad
A primera vista, parecería difícil encontrar rasgos en común entre un contratista, un fabricante de salsa de soja y un banco privado. Pero R. Durtnell & Sons, Kikkoman Corp. y C. Hoare & Co. comparten una misma afiliación, que es posiblemente la más exclusiva del mundo de los negocios.
Junto con otras 12 empresas británicas y extranjeras, estas compañías pertenecen al Tercentenarians Club (Club de los Tricentenarios), una agrupación, con sede en Inglaterra, que reúne a empresas con al menos 300 años de historia. Otro requisito, aparte de la antigüedad, es que la empresa debe mantener vínculos con la familia fundadora. El club fue fundado en 1970 por los empresarios británicos Geoffrey Durtnell y Richard Early. Durtnell es presidente del contratista más antiguo del país, mientras que Early ocupa el mismo cargo en Early's of Witney, un fabricante de ropa de cama fundado en 1669. Durtnell y Early descienden en línea directa de los fundadores de sus respectivas compañías. Es más, el árbol genealógico de Durtnell se remonta a la conquista normanda de Inglaterra en 1066.
Tanto Durtnell y Early, como los demás socios del club, son en realidad unos bebés en comparación con el miembro de mayor antigüedad, que es Stora Enso Oyj, un holding escandinavo cuya actividad empresarial arranca de 1288, cuando la familia Stora Enso empezó a explotar las primeras minas de cobre de Suecia.
Joaquim Schwass, especialista en empresas de familia del Institute for Management Development de Lausana, Suiza, explica que estas sociedades cuentan con unas ventajas fundamentales que les ayudan a sobrevivir. 'Entre estos méritos se incluye un sentido de la continuidad y una gran visión a largo plazo', señala. Por su parte, Tudor Rickards, profesor de creatividad de la Manchester Business School, considera que a estos atributos se suma uno más: la capacidad de cada nueva generación de la familia de 'reinventarse' según las circunstancias.
Sin embargo, la gestión familiar no representa una garantía del éxito. C. P. Washburn, un fabricante estadounidense de productos agrícolas fundado en 1632, cerró sus puertas hace ocho años cuando se declaró insolvente por un impago de impuestos de 88.000 euros.
Por otra parte, la desaparición de una empresa centenaria no tiene que ser necesariamente un hecho negativo, al menos desde el punto de vista de los accionistas. Dexter Corp., también de EE UU, un especialista en materias de defensa y el sector agrícola, ostentaba hasta el año pasado el título de empresa más antigua del país, cuando cayó víctima de una opa hostil. La empresa se vendió 46 euros por acción, frente a un valor máximo bursátil de 30 euros.