El desafío económico
Después de años de ensimismamiento, la nueva presidencia afronta el reto decisivo de adaptar Francia al mercado global
Cinco años para el cambio. El carácter de los dos finalistas elegidos por el pueblo francés en la primera vuelta -ambos, desde distintos frentes, apostaban por la ruptura- ya indicaba las prioridades. Algo, muy grande, tiene que cambiar, fundamentalmente en la economía.
Si la globalización ha supuesto un reto para todo el mundo, y ha hecho replantearse sus modelos a la mayoría de las potencias occidentales, el caso de Francia es especialmente significativo. La cuna de los derechos sociales, el Estado protector otrora inamovible, deberá ser retocado. La prioridad es recuperar el pulso de la actividad económica, que no ha superado el 2,5% de crecimiento desde el cambio de siglo. Y su corolario, una tasa de paro sistemáticamente superior a la media comunitaria, y que sólo recientemente ha bajado del 9%. No es de extrañar que tanto Sarkozy como Royal citasen varias veces a España y a monsieur Zapatero durante el cara a cara del miércoles. El vecino pobre del sur, a cuya entrada en la Comunidad Europea tanto se opuso la clase política francesa, crece más y tiene menos paro.
Deuda pública
El palo en las ruedas del crecimiento francés es la deuda pública, que, en términos relativos al PIB, casi se ha duplicado desde 1990. El pago de intereses se lleva un 15% de los presupuestos anuales, limitando gravemente el margen de maniobra. Los planes de ahorro pueden pasar por una reducción paulatina de la todopoderosa plantilla funcionarial, que en todo caso sufrirá cambios para mejorar su eficiencia, evitando duplicidades entre distintos niveles territoriales.
35 horas
La gran medida social implantada por el gobierno izquierdista de Lionel Jospin ha sido puesta en cuestión, y, en mayor o menor medida, nadie duda de que se eliminarán trabas para quien desee elevar su tiempo de trabajo por encima de las 35 horas semanales. La reducción de jornada se presentó además como una fuente de nuevo empleo, pero las cifras de paro desmienten aquel pronóstico. Además, el coste laboral horario crece por encima de la media de la zona euro, mientras que los salarios medios han llegado a retroceder en dos ocasiones.
Pensiones
El sistema público francés de pensiones sólo tiene garantizada su supervivencia a pleno rendimiento hasta 2020. Item más: el fondo de reserva de la seguridad social es significativamente más bajo que el de España. En mayor o menor medida, ya en el próximo quinquenio tendrán que empezar a plantearse reformas, tendentes a elevar los años de cómputo para el cálculo de la pensión. De nuevo, medidas impopulares sujetas a probable respuesta popular.
Innovación
El próximo quinquenio debe dar forma a la apuesta francesa por la economía de vanguardia. El nuevo Ejecutivo deberá recuperar unos ratios de inversión en I+D+i que, en términos de PIB, han venido retrocediendo en los últimos años. Los centros tecnológicos territoriales, en los que intervienen universidades y empresas, recibirán un nuevo impulso presupuestario. Además, se extenderán las desgravaciones a empresas especializadas en tecnología o para las inversiones en investigación, desarrollo e innovación.
Nuclear, sí
En tiempos convulsos para el suministro energético en Europa, Francia seguirá confiando buena parte de su generación eléctrica a la energía nuclear. Las energías alternativas ganarán cuota en la tarta general, pero nadie cuestiona que, como mínimo, la derivada del uranio se mantendrá en sus niveles actuales. En paralelo, se incentivará fiscalmente la inversión en energías limpias, así como la adquisición de vehículos poco contaminantes, mientras que se elevará el IVA a los más ineficientes.
Déficit corriente
Un síntoma claro de la pérdida de pujanza de la economía francesa en los últimos años es su déficit corriente. Uno de los polos tradicionales de competitividad en Europa, Francia ha acumulado décadas de superávits en la balanza de mercancías y servicios, que en los últimos años se han venido reduciendo. Tanto, que en 2005 registró un déficit agravado el año pasado hasta 22.000 millones de euros.
Vivienda
El problema del alojamiento se plantea al norte de los Pirineos de forma inversa a la española: sólo una de cada cuatro familias reside en una vivienda de su propiedad. Entre las medidas a adoptar para revertir la tendencia, se plantea la deducción por intereses en el impuesto de la renta, una partida cuestionada hasta el final en la última reforma del IRPF en España.
Desde el Elíseo se influirá decisivamente para llevar a cabo estas reformas, aunque habrá que esperar a las legislativas de junio para saber si una nueva cohabitación las permitirá. Donde las dificultades están garantizadas es en la calle: una ciudadanía capaz de tirar la Constitución europea, redactada por su propio ex presidente Giscard d'Estaign demuestra una vez más que el espíritu de la Revolución no se desvanece.