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Tribuna
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Cooperar más e informar mejor

La gran diferencia de precios de algunos alimentos, sobre todo frutas y hortalizas, que se da entre el origen y el destino moviliza con frecuencia a los agricultores. La distribución sostiene que las fases de la cadena desde el campo hasta la tienda son costosas y que el margen está justificado.

En los últimos años la producción y comercialización de frutas y hortalizas está viviendo su propia revolución en España. Como consecuencia de estos cambios, se ha dado un gran salto hacia delante en la calidad de los productos, en la seguridad alimentaria y, sobre todo, en la satisfacción de las demandas de los consumidores, que cada día son más exigentes. Los principales protagonistas de esta modernización han sido los agricultores -casi siempre agrupados en centrales hortofrutícolas, cooperativas u otras formas de asociación- que han realizado un enorme esfuerzo de profesionalización y mejora de sus explotaciones y, al mismo tiempo, han sabido aprovechar las oportunidades de cooperar con la distribución alimentaria, el otro actor destacado de este proceso.

La cooperación entre agricultores y distribuidores ha servido -y sirve cada vez más- para detectar las nuevas demandas de los consumidores y para conseguir ser los primeros en un mercado cada vez más abierto a las importaciones. Gracias a este esfuerzo conjunto estamos en condiciones de seleccionar las mejores frutas y hortalizas en el campo, limpiarlas y manipularlas para ponerlas a la venta, con garantía de calidad, en tiendas próximas a los hogares españoles en 21 horas. En definitiva, hoy en día la mayoría de los productores y los comerciantes han dejado de intentar vender lo que se produce para centrarse en producir más y mejor lo que se vende.

Este cambio ha aumentado, lógicamente, el valor de los productos hortofrutícolas en el mercado, pero lo ha hecho manteniendo un nivel de precios al consumo en alimentación que es hoy uno de los más bajos de la Unión Europea. Los estudios más fiables sobre la cadena de valor agroalimentaria en España, realizados tanto por empresas independientes como por el propio Servicio de Defensa de la Competencia, han demostrado que los incrementos que se dan entre los precios de origen y de venta al público de estos productos se corresponden con el coste de la manipulación que hoy exige asegurar su calidad y de una logística muy eficiente, que aporta un gran valor.

Sin embargo, los mismos estudios que hemos mencionado demuestran que existe un gran desconocimiento entre los consumidores sobre cómo se forman estos precios, qué actores intervienen en los procesos de producción y comercialización y qué aporta cada uno de estos actores al producto final, es decir, lo que se conoce como cadena de valor. Fruto de este desconocimiento, se trasladan a la opinión pública visiones erróneas, que presentan a frutas y hortalizas como objeto de especulación con precios abusivos. En este debate se da la curiosa circunstancia de que los productores que cuestionan los márgenes de la distribución más organizada son, por regla general, los que no son sus proveedores, sino que utilizan otros canales para tratar de colocar sus productos al mejor precio posible, con el riesgo que ello conlleva en un mercado tan abierto como el actual.

Frente a esta situación, las empresas de supermercados apuestan por incrementar la cooperación con los agricultores y consolidar unas relaciones justas y estables. Sólo así se podrán seguir mejorando las explotaciones mediante inversiones que las hagan cada vez más modernas y eficientes. Y de paso, se compartirá el riesgo empresarial entre las dos partes, evitando que las condiciones de variabilidad del precio en origen tan frecuentes en la producción agraria impacten de forma negativa en toda la cadena y hagan peligrar las expectativas de los agricultores de obtener una rentabilidad adecuada a su esfuerzo.

Pero, sobre todo, debemos cooperar para transmitir juntos a los consumidores, de forma efectiva, lo mucho que han mejorado estos productos en los últimos años, el esfuerzo que ello supone día a día y el valor que aportan las nuevas actividades que garantizan la calidad, la seguridad y la capacidad de elegir. Si, por el contrario, se trata de confundir a los ciudadanos, diciéndoles que el precio que pagan por las frutas y hortalizas españolas no se corresponde con su valor real, puede que, a medio plazo, éstos terminen por darles la espalda. Y en ese caso el esfuerzo de todos, agricultores y distribuidores, habrá sido inútil.

Ignacio García Magarzo. Director general de Asedas (Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados)

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