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Crónica de Manhattan

Mirar a Europa con otros ojos

En muchos restaurantes de Nueva York las mesas están tan juntas como para que, a veces, sea inevitable el intercambio de conversaciones entre extraños. En ese escenario, hace dos años, un joven estadounidense dio la cena a sus vecinos al terciar en la conversación que éstos, europeos, mantenían sobre el 'no' francés a la Constitución para la UE.

Su intervención destilaba enfado, y casi desprecio, por un continente que, según explicaba, no se ponía de acuerdo en nada y necesitaba a EE UU para todo. Aquel joven universitario, no era entonces, el único con esos sentimientos.

La oposición de París y Berlín a la guerra de Irak alimentó un sentimiento antieuropeo por parte de los republicanos más extremistas que Donald Rumsfeld, entonces secretario de Defensa, alentó de forma populista al llamar a sus antiguos aliados 'la vieja Europa'. Antes de la guerra, el tabloide New York Post llevaba en portada una foto manipulada del Consejo de Seguridad en la que los embajadores de Francia y Alemania se sustituyeron por comadrejas. Un congresista quiso cambiar el nombre a las 'french fries'.

Independientemente de estos grotescos episodios, y sin ser necesariamente antieuropeistas, muchos americanos ven a la UE como un continente de escaso dinamismo y que por culpa de un estado de bienestar, cuya filosofía no comparten, tiene, en cierta medida, comprometido su futuro económico.

Ahora, algunas de estas percepciones están cambiando y se empieza a mirar a Europa con otros ojos. Hay varios motivos. Uno es que la influencia del neoconservadurismo del que Rumsfeld era uno de sus protagonistas, se ha ido apagando. Los más extremistas tienen menos púlpitos para arremeter contra Europa (o quien sea).

Otro es que Europa ha dejado atrás sus años de anémico crecimiento y su PIB evoluciona más aceleradamente, algo que ha sorprendido en EE UU. El FMI confía 'que el buen momento cíclico pueda exceder expectativas'. Más aún, en Europa las fusiones y compras superan este año en valor a las de América (565.400 millones de dólares frente a 601.400, según Thomson Financial). Hay actividad, empresas dinámicas e inversores (hedge funds, capital riesgo y accionistas) sofisticados en Estados de bienestar que crecen sin el déficit americano.

Esta actividad le viene muy bien a un EE UU en desaceleración. Los buenos resultados empresariales que la semana pasada elevaron el Dow por encima de los 13.000 puntos han sido posibles por el buen momento económico mundial y en buena medida el de Europa, su mayor socio comercial. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, que hoy se reúne en Washington con la Administración Bush, dijo en Nueva York el viernes que el 70% de las inversiones 'en acciones de empresas americanas por parte de extranjeros esta en manos europeas'. Barroso recordó que la UE y EE UU suman el 60% del PIB mundial.

Analizando el 50 aniversario del Tratado de Roma, The New York Times decía que Bruselas es un lugar burocrático, 'pero paso a paso Europa ha sido remodelada'. Y aunque reconocía las incertidumbres ('el poder económico se ha construido más efectivamente que la unidad política o estratégica') veía lo conseguido como un logro. Una mirada positiva que ayuda a enterrar lo que quede de un antieuropeismo tan innecesario como el antiamericanismo.

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