Cuando los políticos hablan de Bolsa
Malo es que hasta el quiosquero de la esquina se interese y opine sobre Bolsa; suele ser señal de que se está formando una burbuja. Pero es peor, sin duda alguna, que los que opinen sean los políticos, porque puede ser síntoma de que la cosa es peor de lo que se pensaba.
El pinchazo inmobiliario que arrastró ayer a la Bolsa española fue objeto de debate y confrontación por parte de los portavoces de los distintos partidos. El uno achacó al otro que el desplome de la Bolsa obedece a su desastroso quehacer económico, y el otro replicó al uno que la Bolsa es así, que oscila, y que lo de ayer no es más que una corrección motivada por valoraciones excesivas.
No hace ni dos meses, las Bolsas sufrieron un desplome de mayor calado, que se llevó por delante el 3% del valor del Ibex en una sola sesión. La caída de ayer fue algo inferior, del 2,73%. Pero puso los nervios a flor de piel a más de uno y de dos, porque fue una caída doméstica, de andar por casa, de aquí mismo, y no provocada por el desplome del mercado chino o por las palabras de Greenspan, que suenan, se quiera o no, como muy lejanas.
El miedo afloró porque el pinchazo se produce en un sector que ha sido bandera del crecimiento reciente de la economía española, y es, además, un sector cargado de polémica con el que se tiene la sensación de que unos pocos se están enriqueciendo a costa del endeudamiento por muchos años de muchos hogares.
Los analistas quitan hierro al asunto y afirman que estamos ante una corrección lógica después de las valoraciones estratosféricas alcanzadas por muchos valores. Los políticos llaman a la calma y, según convenga, acusan al Gobierno de la situación o tiran balones fuera.
Pero el caso es que la Bolsa es reflejo de la economía de un país y suele adelantarse a los ciclos. El ciclo inmobiliario español está maduro. Lo que no sabemos es si tanto como reflejaron ayer las cotizaciones. Y España, como decía ayer un asesor financiero, es una gran inmobiliaria en la que trabajamos todos.