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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europa debe estar a la altura

Europa empieza a dar señales de vida propia y de que puede desempeñar el papel que le corresponde en el contexto económico mundial. Después de décadas en las que Estados Unidos ha sido casi el motor exclusivo del crecimiento, su economía empieza a ceder el testigo al resto del mundo.

El año que viene, el aumento del PIB de la UE rebasará ligeramente al de EE UU, según las previsiones del Fondo Monetario Internacional. Las empresas europeas ganan posiciones en el mapamundi bursátil y las Bolsas europeas compiten ya en condiciones de igualdad con las estadounidenses en términos de capitalización. El euro prosigue su lenta escalada y se va consolidando como alternativa de reserva frente al dólar. Nadie piensa que el mundo pueda salir ileso en caso de que Estados Unidos entre en una fase de recesión, pero es verdad que ya no se teme igual que antes que el posible estornudo provoque una gripe mundial en toda regla. El vigor de las economías emergentes, sobre todo China e India, la resurrección de Japón y las señales de mayor fortaleza europea servirán para compensar la falta de impulso de la locomotora mundial, por lo que podría inaugurarse una etapa de crecimiento más equilibrado.

A Europa le toca ahora demostrar que puede estar a la altura de las circunstancias. Para conseguirlo, urge que se dote de un marco más flexible para reducir su desventaja de productividad respecto a Estados Unidos. El desafío es enorme porque los ciudadanos europeos exigirán que se haga sin afectar a sus señas de identidad, más tendentes a garantizar la solidaridad en lo económico y lo social. Pero la urgencia de la competencia mundial obliga a no perder ni un minuto de tiempo, a despejar la crisis de identidad política, a acometer las reformas pendientes para ganar en flexibilidad, a aumentar la exigencia de innovación y, sobre todo, a desterrar las tentaciones proteccionistas, sin tanto celo de soberanías nacionales. Es la manera de conseguir un liderazgo fuerte. Lástima que, por ahora, los Gobiernos no se den por aludidos.

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