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Tribuna
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España en la economía mundial

No hay nada como cumplir compromisos gratificantes. En junio del pasado año presentamos en el Senado el Observatorio de Gobierno de la Economía Internacional, cuyo nacimiento se anclaba en el informe España y la nueva arquitectura económica y financiera internacional: el desafío del G-8, dirigido por el decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Navarra, Luis Ravina. Expresé entonces el compromiso de la Cámara Alta para acoger las iniciativas de seguimiento del Observatorio. Sólo nueve meses después se ha presentado el primero de los trabajos resultantes: el Indicador de Gobierno de la Economía Internacional (IGEI).

Este, correspondiente a 2007, ofrece una valoración para España de 7,17 puntos en una escala de 1 a 10, lo que la sitúa en el noveno puesto del ranking de los países analizados, o del mundo, dado que dichos países representan el 80% de la población y más del 87% del PIB mundial.

Ha merecido la pena. Hemos tenido el privilegio de comprobar la enorme transformación de España en las últimas tres décadas. Hemos demostrado que en libertad y democracia podemos alcanzar las metas que nos propongamos. Y esta etapa, la mejor de nuestra historia en términos políticos, económicos y sociales, tiene mucho que ver con lo que pretende y debe representar el Senado: el reconocimiento de la pluralidad y diversidad de España. El modelo territorial del que nos hemos dotado ha permitido desarrollar la identidad y potencialidades de las comunidades autónomas, y ha fortalecido los vínculos y los elementos vertebradores y de cohesión entre todos los españoles. Este modelo ha hecho posible que el gobierno de los servicios públicos esté cerca de los ciudadanos, ha dado un impulso de bienestar y progreso a los poderes locales y regionales. Nuestro singular modelo ha resultado un éxito. Ha aproximado y nivelado la renta y la calidad de vida entre los españoles, independientemente de donde vivan.

El nivel y calidad alcanzados por las empresas españolas son para sentir orgullo

Acercar el gobierno de los asuntos públicos a los ciudadanos es probablemente el factor decisivo para que España obtenga una valoración sobresaliente en lo que el IGEI denomina soft-power, los factores no económicos, sino sociales y culturales.

Es cierto que España no sólo ha progresado económicamente convirtiéndose en la octava economía sino que, además, ha construido el Estado de Bienestar, ha aproximado la renta de sus territorios y ha mejorado la calidad de vida de su ciudadanía. Los datos hablan por sí solos. En 1978, la renta per cápita era de unos 12.800 euros anuales y hoy se ha doblado, alcanzando 24.200 euros, lo que la sitúa en la media de la UE. A esto ha contribuido decisivamente lo que en Europa denominan 'el milagro español del empleo', el espectacular aumento de las tasas de actividad y ocupación, que están en niveles próximos a la media europea: la de actividad ha alcanzado el 60% y la del empleo el 54%.

Son datos que impactan y más en términos absolutos. Desde principios de los ochenta la población ocupada en España ha estado estancada en 12 millones. Hoy somos más de 20 los millones de ocupados y se han creado ocho millones de empleos. Ocurre lo mismo con las tasas de paro. Tras niveles por encima del 20% en los años de la reconversión y crisis de los primeros noventa, cuando uno de cada dos jóvenes estaba en paro, hoy estamos en el nivel medio europeo, en el entorno del 8%-8,5%.

Pero no sólo hemos crecido mucho sino que hemos construido una sociedad más justa y equitativa, como evidencia la favorable evolución del Índice de Desarrollo Humano: de 0,844 puntos en 1975 a los 0,933 de hoy. Entre otros factores de esta remarcable mejora está el esfuerzo notable desplegado para incrementar nuestro gasto social, que ha pasado del 15% del PIB en 1978 a más del 20% actual. Esto nos ha permitido consolidar los pilares de un Estado del bienestar en el que los derechos básicos ciudadanos a la educación universal, sanidad gratuita, pensiones dignas, igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, servicios sociales y autonomía personal sean iguales para todos.

Es significativo observar cómo ha evolucionado nuestro sistema de pensiones. En 1978 había cuatro millones de pensionistas y hoy la cifra se ha doblado y la pensión media mensual también se ha multiplicado por dos en términos reales. Otro tanto podríamos observar si se analiza el indicador de la esperanza de vida: ha aumentado siete años en este periodo.

Otros factores socioculturales han influido para nuestra posición en el ranking mundial que elabora el (IGEI). La mejora de comunicaciones por la construcción de las grandes infraestructuras que vertebran y unen los pueblos y ciudades españolas y el papel desarrollado por las empresas españolas son sólo algunos ejemplos.

Creo que es para sentir orgullo el nivel y calidad alcanzados por las empresas españolas; no cabe duda que éstas, con la inestimable ayuda de unas organizaciones sindicales responsables, han contribuido decisivamente a hacer de nuestra economía la octava del mundo. Nuestras empresas son líderes mundiales en áreas como infraestructuras, servicios financieros, sector turístico, energías renovables o en el control de tráfico aéreo.

La España autonómica nos ha brindado no sólo estabilidad, progreso y bienestar social, sino también una nueva identidad nacional. Una estructura que ha permitido combinar los tres principios básicos de un Estado complejo: la subsidiariedad, la identidad y la cohesión. No participo de cierta mirada nostálgica centralista y catastrofista que atribuye al modelo territorial el generar diferencias entre los españoles o desvertebrar el país. Al contrario, nos ha permitido estar más cohesionados y equilibrados en relación con las oportunidades de desarrollo territorial y nos ha dotado de una identidad nacional renovada, del siglo XXI, democrática, descentralizada y abierta, europea y moderna, con un éxito envidiable en el mundo.

Somos un país deseado como manifiestan franceses, ingleses, italianos o alemanes que escogerían España para trabajar, según la reciente encuesta de Financial Times. También, una nación optimista, la que mira el futuro con más confianza y mayor optimismo de entre las europeas. Somos una 'economía imparable', o así al menos nos ve The Economist, y una economía abierta que sólo en el pasado año ha ganado seis puestos en el ranking del índice de libertad económica.

En las manos tenemos las mejores cartas de presentación para reclamar un lugar todavía más destacado en el gobierno de la economía internacional. Eso nos dicen las cifras de 2006 y las previsiones para 2007. Crecemos más que la UE, que EE UU, que Japón. Se reducen impuestos y, al tiempo, tenemos una economía saneada y conseguimos por segundo año consecutivo superávit público, el 1,83% del PIB en 2006, mientras la zona euro tuvo un déficit del 2%. Los ciudadanos pagamos menos impuestos directos y las empresas, especialmente las pymes ven cómo el de Sociedades podrá reducirse hasta cinco puntos. Otro tanto puede decirse de la positiva evolución del mercado de trabajo. Las organizaciones empresariales y sindicales han demostrado un alto sentido de Estado y de responsabilidad.

La actual arquitectura económica internacional, basada en los organismos de carácter político y económico creados en Bretton Woods ya no resulta eficaz. Nos dice que son necesarias nuevas reglas para regular este río de interacciones de la sociedad mundial que conocemos por globalización. Y también que España debe tener mayor peso en la participación de la definición del desarrollo futuro de las instituciones financieras multilaterales y que eso supone, ante todo, mostrar una voluntad decidida de influencia.

Pero, además de voluntad, necesitamos parámetros con cierta homogeneidad. Es lo que procura el (IGEI). Su existencia es saludable para todos y, desde luego, motivo de satisfacción para quienes con su empeño y dedicación lo han elaborado. Lo que ha quedado demostrado es que la España autonómica es una potencia económica mundial. Vamos por la buena senda.

Javier Rojo. Presidente del Senado

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