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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los mil usos del vale de comida

El Gobierno ha decidido aumentar de 7,81 a 9 euros diarios la cuantía diaria exenta de tributación de los vales de comida que dan las empresas a sus empleados. Hasta ahí la buena noticia. La mala para los trabajadores es que Hacienda se propone atajar el uso de estos tiques o tarjetas con una finalidad diferente a la que les dio origen. El reglamento del IRPF hace hincapié en que lo que no se consuma en un día no podrá acumularse a otro. Si nos atenemos a la literalidad, lo que viene a decir es que si un día no se come un menú de nueve euros al siguiente no puede tomarse uno mejorado de 18 euros. Es ahí donde surge la duda: ¿la cuantía excedida debe tributar a Hacienda al considerarse ese exceso rendimiento del trabajo en especie?

Lo cierto es que la filosofía del nuevo reglamento no varía prácticamente un ápice la que inspiraba la norma anterior, que ya especificaba que, 'si la cuantía diaria fuese superior (antes, los 7,81 euros diarios), existirá retribución en especie por el exceso'. También se decía que los vales sólo podrían utilizarse en establecimientos de restauración y hostelería y que serían 'instransmisibles'. Lo que muestra la práctica de su uso es que no se cumple ni una cosa ni la otra y que nadie controla si cuando se paga con un vale expedido de forma nominativa el que lo utiliza es quien figura en el tique o un hermano, un primo o el abuelo. Los vales de comida se han convertido casi en un 'derecho adquirido', un tipo de salario en especie que ofrecen las empresas y que los trabajadores utilizan a su gusto, desde pagos de cenas y comidas fuera de los horarios laborales hasta compras de productos, alimentarios o no, en muchas de las cadenas y tiendas que los admiten.

Está claro que cabe pedir a la Administración tributaria que ataje el fraude, sobre todo cuando es excesivo. Pero trasladar el problema a las empresas para que sean ellas las que vigilen que la norma se cumple a rajatabla, en vez de buscar la manera de hacerla más eficaz y adaptable a la realidad es, desde luego, un modo de enturbiar las relaciones laborales.

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