El fantasma de la estanflación
El discurso ayer del presidente de la Reserva Federal ante el Comité Conjunto de Economía del Congreso estadounidense generó auténtica expectación entre economistas, inversores y analistas. No en vano, fue la primera comparecencia de Ben Bernanke desde la reunión de la Fed de la semana pasada, cuando mantuvo los tipos de interés en el 5,25% pero rebajó el sesgo alcista de su política monetaria.
Al contrario que en el comunicado de entonces, ayer Bernanke sí se refirió a la crisis de las hipotecas de alto riesgo, y mostró su preocupación en torno al impacto que puede tener sobre el sector inmobiliario, cuya debilidad dijo que ha sido la causa de la desaceleración reciente de la economía.
Bernanke se refirió también a los precios, y no precisamente para elevar los ánimos. El banquero central advirtió sobre los riesgos al alza de la inflación subyacente. Dijo, eso sí, que los niveles actuales de los tipos de interés deberían fomentar un crecimiento económico moderado y el descenso progresivo de la inflación.
El mensaje, no obstante, destiló cierta preocupación a corto plazo a raíz de los últimos acontecimientos en el mercado hipotecario. Como ya hizo la Fed en el comunicado de la semana pasada, Bernanke dejó constancia de la incertidumbre que pesa sobre la economía.
No hay razón para dar la alarma, pero es cierto que una coyuntura de desaceleración y precios al alza no es el mejor escenario deseable para la economía. Si esta situación evolucionara a peor, el caso más extremo sería el de la estanflación, entendiendo por este término una situación en la que la economía no crece, pero sí lo hacen el paro y la inflación. Tal y como sucedió en las economías desarrolladas en los años 70, después del shock del petróleo de 1973.
La coyuntura actual está lejos de parecerse a aquélla. La inflación, aunque preocupa, supera ligeramente el objetivo del 2% fijado por Bernanke. La economía, aunque a menor ritmo, seguirá creciendo. Ese es al menos el escenario que contempla la Fed y por el que se decanta el consenso de los analistas.
No conviene, sin embargo, perder de vista algunos indicadores clave del mercado inmobiliario americano. Como tampoco el precio del petróleo, que ha vuelto a las andadas.