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La guerra del metal se libra también en los hospitales

El cobre intenta arrebatar al acero inoxidable y al aluminio el mercado hospitalario europeo

No sólo China absorbe cantidades ingentes de cobre. El rojizo metal también ha encontrado un lucrativo filón en tecnologías tan novedosas como las turbinas eólicas (tres toneladas de cobre en cada molino de 1 megavatio) o los trenes de gran velocidad (10 toneladas por kilómetro en las catenarias de la nueva línea Madrid-Barcelona).

Pero el primer metal usado por la humanidad no se conforma con esos mercados. El cobre quiere también dar la batalla en lugares donde otros metales han copado el suministro. Y se atreve a plantar cara a la aparente asepsia que ha hecho triunfar al aluminio y al acero inoxidable en las instalaciones sanitarias.

El hospital universitario de Birmingham (Reino Unido) se ha prestado para un experimento de 18 meses que comprobará si el cobre reduce las infecciones nosocomiales, aquellas que contrae el paciente durante su estancia en el centro sanitario.

La grifería, los pomos de las puertas y hasta los bolígrafos de los doctores de una de las alas del hospital se van a sustituir a partir de abril por material fabricado con cobre. En esa superficie, según explicó el Instituto Europeo del Cobre durante la presentación en Bruselas del experimento, las bacterias se extinguen en menos de 30 minutos. Si se trata de una aleación con zinc (latón), su supervivencia no supera las cinco horas.

El Instituto, que agrupa a las mayores compañías mineras del mundo y la industria del cobre europea, asegura que sobre una superficie de acero inoxidable un bacilo como el estafilococo (responsable de neumonías, diarreas, etcétera) puede acechar durante varios días. Esa resistencia parece explicar, al menos en parte, que el 9% de los hospitalizados en el Reino Unido padezcan alguna infección que no tenían en el momento de ingresar. Esas bacterias adquiridas, según datos del servicio de salud británico recogidos por el Instituto del Cobre, provoque hasta 5.000 muertes al año. 'Y el 80% de los contagios se producen por contacto', señala John Schonenberger, consejero delegado del Instituto.

William Keely, profesor de Salud Medioambiental de la Universidad de Southampton, ya ha demostrado en laboratorio que el cobre puede ayudar a reducir la frecuencia de esas transmisiones. 'Este metal reacciona con la bacteria e inhibe su respiración', resume Keevil, quien también recurre a la historia para defender al cobre. 'Los egipcios ya lo utilizaban para sanar heridas y durante las epidemias de cólera en París del siglo XIX los trabajadores del sector cúprico, curiosamente, no se infectaron'.

La veta hospitalaria puede ayudar a la industria del cobre a paliar su creciente sustitución por otros materiales más baratos en conducciones o construcción y la aparición de alternativas como la fibra óptica en telecomunicaciones. El sector también se enfrenta al reto de cumplir con la nueva legislación comunitaria de sustancias químicas y minerales (Reach), que impone un riguroso control sobre toxicidad. La industria dice que está preparada para ese examen. ¿Hasta el punto de convertirse en material hospitalario? Dentro de 18 meses tal vez se sepa la respuesta.

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