Alemania enciende la maquinaria
Hace mucho tiempo que los comentaristas no usan el tópico de la locomotora alemana para algo que no sea dar cuenta de que se ha gripado, parado, estropeado o cualquier otro símil tan manido como la propia imagen del tren teutón. Sin embargo, ahora se puede recuperar la metáfora inicial, pues Alemania anda. De hecho, antes de que en el mercado se instale la convicción de que Alemania pita, ha habido que vencer no pocas suspicacias derivadas, también, de las no pocas ocasiones en los últimos años en las que se ha vendido la piel del oso antes de cazarlo.
Cabe recordar que, en los peores tiempos de la última década, algunos apuntes de la contabilidad alemana mostraban señales de buena salud. Principalmente uno, las exportaciones. Estuviese el euro alto o bajo, la industria germana aún colocaba sus productos en los mercados internacionales. Lo que lastraba el crecimiento era el consumo interno, anestesiado por la subida del desempleo pero, sobre todo, por el pesimismo económico.
La situación reflejaba como en un espejo el escenario económico español. Donde unos producen sin consumir, otros consumimos sin producir. Si en un sitio los tipos bajos no son capaces de compensar el mal momento económico, en el otro valen para inflar más y más el gran globo inmobiliario. Hasta que en el cambio de 2006 a 2007 Alemania ha puesto en marcha la máquina, pero España y su ladrillo no dan señales de flojear en un modelo más brillante pero menos sólido a largo plazo.
La segunda parte de la mejora económica alemana vendrá por el lado de los tipos de interés. El Banco Central Europeo ya ha dado pistas, aunque no hacen mucha faltas; el mercado sabe cómo se las gasta el heredero in péctore del Bundesbank. Desde hace años las alzas de tipos son más saludables para España que para Alemania. Ojalá siga siendo así.