Los aspirantes a pilotos se hartan de burocracia y huyen a Portugal
Las escuelas de formación aérea denuncian las trabas al aprendizaje en España.
Las escuelas de formación aeronáutica lusas no dan tregua a las españolas y las han difuminado del mapa como referencia ante los aprendices de piloto que llegan de Europa, y aun de Estados Unidos, en busca de unas condiciones climatológicas que permiten recibir enseñanza del vuelo sin interrupciones cerca de 300 días al año.
Tomás Marqués, presidente la Agrupación de Escuelas de Formación Aeronáutica, que agrupa a las seis instituciones españolas más relevantes de este tipo, ha dado la voz de alarma. 'La burocracia en la expedición de licencias de piloto y las trabas para el uso de los aeródromos nacionales por otra empresa que no sean las grandes aerolíneas comerciales está arruinando el sector'.
La aviación privada, deportiva o de formación, explica Marqués, tiene prohibida su operación en la práctica totalidad de los principales aeropuertos de primera categoría, como Barajas, El Prat o Manises, pero también de otros mucho menos transitados. Estas restricciones no tienen parangón en el resto de los aeródromos del mundo. En terminales como la de Málaga se da la paradoja que sólo se permite volar a aviones privados, de las escuelas de formación o a veleros, durante los tres meses de invierno.
El único aeropuerto de Madrid dedicado a la aviación general, Cuatro Vientos, tiene unos horarios practicables de vuelo que no exceden diez horas al día ya que sólo dispone de controladores de nueve de la mañana hasta las seis de la tarde y el vuelo nocturno está expresamente prohibido, a pasar de que la pista está iluminada.
En el campo de la actividad comercial, Portugal también está ganando por goleada a los competidores en este sector del país vecino. El aeropuerto de Oporto, ágil y barato, atrajo en 2006 a más de 100.000 viajeros gallegos, mientras que Inditex lo ha elegido como base de exportación de sus productos, tras desechar otras instalaciones que le eran más cercanas.
En el terreno estrictamente académico, las autoridades de aviación civil sólo programan exámenes para otorgar licencia de pilotos cada cuatro meses. Si un alumno suspende, tendrá que esperar todo este tiempo para intentarlo de nuevo. En el caso de que sea extranjero, a los 50.000 euros que le cuesta la formación, debe sumar el sobrecoste de una larga estancia.
Las escuelas aeronáuticas de Portugal cuentan, por el contrario, con la complicidad de sus políticos, afirma Marqués. Los exámenes se programan cada mes y las escuelas obtienen facilidades para instalarse y utilizar la práctica totalidad de los aeródromos de la red. Así, a igualdad de condiciones meteorológicas, se benefician de una incomparable flexibilidad operativa y de la ausencia de burocracia. Marqués señala que mientras las escuelas españolas apenas han logrado mantener un 20% de alumnos extranjeros, sus competidores portugueses elevan esta cifra hasta el 50%.
Se da la paradoja de que algunas grandes compañías aéreas han instalado en España sus centros de formación de pilotos, pero otorgan el título de su país para no tener que enfrentarse a la burocracia aérea española.