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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

En busca de un IPC más afinado

Durante demasiados años las estadísticas han dejado mucho que desear en España, tanto en cantidad como en calidad, diversidad y disponibilidad. Esa importante carencia se está resolviendo poco a poco gracias a la aportación de instituciones privadas y, sobre todo, a la línea de mejora continuada en la que está inmerso el Instituto Nacional de Estadística (INE).

La próxima aportación estadística que presentará el INE es el nuevo Índice de Precios de Consumo (IPC). Tras haber avanzado una tasa de IPC armonizada para enero del 2,4%, el INE presentará el próximo martes el IPC general de ese mes, pero ya con la nueva base de 2006, que sustituirá a la vigente desde 2001.

El nuevo IPC se adaptará más a la realidad del consumo en España. Para ello ampliará la base estadística de 484 a 491 productos y cambiará algunos de los componentes de la cesta, la representación geográfica pasará de 141 a 177 municipios y el número de precios recogidos aumentará un 12%, hasta 220.000.

Algunas modificaciones son de sentido común, como que el precio del vacuno lo marque la carne de ternera y de añojo, y no la hoy mucho menos consumida de vaca. Igual ocurre tanto con la exclusión de la tela para tapizar, que se cae de la cesta, como con la reparación de ciertos electrodomésticos. De buen sentido es igualmente introducir productos y servicios de demanda creciente como alimentos infantiles o dietéticos, u operaciones para corregir la miopía o estéticas. En la línea de afinar el IPC para darle mayor representatividad y precisión son plausibles también las modificaciones diseñadas para mejorar la cobertura geográfica.

Se ha dejado, sin embargo, pasar la oportunidad de avanzar más en algo que muchos teóricos reclaman: que el IPC tenga en cuenta también la calidad de los productos en función de las características y componentes de cada modelo, lo que se conoce como precios hedónicos. Y esa es la vía a recorrer. Porque cuanto mejor sea la calidad y, por tanto, la fiabilidad del IPC menos motivos tendrán tanto los particulares como las Administraciones para equivocarse en sus decisiones económicas. Y no son pocas las que se vinculan al IPC.

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