¿Son los bancos tan malos como parecen?
Por primera vez en mi vida, durante un programa de desarrollo directivo al que asistí este año, percibí la aversión sistemática que el público en general siente hacia las entidades financieras y, más específicamente, hacia los bancos. Nada más oír esa palabra, parece que se desata el ángel exterminador que todos llevamos dentro para argumentar de una forma muy clara y contundente toda la malicia que esconden dichos seres, 'los bancos'.
Hasta entonces, vivía ajena a todo esto, en mi microcosmos particular habitado por personas vinculadas con el mundo financiero, mundo del que salí abruptamente en el instante en que el propio profesor del programa directivo se alineaba con mis compañeros para señalar acusadoramente la avaricia de un banco que le acababa de cobrar vilmente una comisión en un cajero. Sin embargo, lo que mi profesor no había tenido en cuenta es que estaba en el aeropuerto, eran las diez de la noche, no tenía dinero para un taxi y el hecho de que un banco hubiese puesto un cajero ahí le evitaba la molesta caminata de 10 kilómetros hasta el centro de Santiago y todo esto por menos de un euro.
En fin, desde entonces he ido descubriendo que mencionar el tema en una conversación de cafetería la anima hasta límites insospechados, desatando los instintos más básicos de los contertulios, cualesquiera que sean su origen o extracción social, e incluso podría decirse que genera un movimiento de unión y sintonía entre los presentes.
Sin embargo, los analistas financieros ven a la banca española como una de las bancas comerciales más eficientes, innovadoras y orientadas al cliente del mundo, puntera tecnológicamente, con la mejor relación calidad-precio por servicio prestado, trabajando con unos márgenes muy estrechos en un entorno de tipos de interés especialmente bajo, incluso ahora, después de las últimas subidas. Con nueve oficinas por cada 10.000 habitantes, la densidad de red de sucursales española casi triplica a la media europea, a la vez que también duplica la media europea de cajeros y TPV (terminales punto de venta) por cada 1.000 habitantes. De todo ello puede fácilmente inferirse que el cliente bancario español tiene mayor facilidad de acceso y proximidad, lo que está en la base de una atención al cliente rápida y eficaz por parte de las entidades financieras.
En el reciente informe ARS de la conocida consultora Deloitte se afirma que el cliente bancario español recibe un mejor servicio a un precio más bajo que el que se proporciona en los restantes países europeos. Es más, también se destaca el dinamismo empresarial de las entidades financieras como artífices del desarrollo económico español, lo que lo configura como un sector clave en la economía, del que se beneficia ampliamente la sociedad española.
En definitiva, como dice el viejo proverbio, 'no basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo'. Quizás la asignatura pendiente de los bancos sea poner en valor nuestras iniciativas en la mente de nuestros clientes.
Susana Quintás. Directora de Planificación del Banco Pastor y miembro del comité de dirección