El descaro de Bill Clinton
Diego Torres y Mario Sorribas analizan los secretos de parte del éxito del ex presidente de Estados Unidos y de su forma de actuar al frente de su fundación, a la que aplica un modelo de gestión empresarial.
Existe un nuevo modelo de filantropía internacional cuyos resultados no dependen tanto del dinero y de los recursos invertidos en los proyectos concretos, como de la capacidad de conseguir acuerdos beneficiosos para todas las partes y de proponer soluciones innovadoras a los problemas de siempre. Tal como señalaba Bethany McLean en su artículo de la revista Fortune del pasado septiembre, la fundación de Bill Clinton sería uno de sus más notables exponentes. Explica dicha fuente que en 2002, los tratamientos antirretrovirales destinados a los afectados por el SIDA en países en vías de desarrollo tenían un coste equivalente a entre 250 y 500 dólares por persona y año. El equipo de la fundación se aproximó de forma novedosa al problema: ayudados por una red de voluntarios, muchos de ellos provenientes de consultoras de prestigio internacional, estudiaron la cadena de valor de los antirretrovirales con la perspectiva de analistas de empresa. Descubrieron que existían una serie de costes en las materias primas que podían ser reducidos y fueron a presentar su informe a la gran industria farmacéutica internacional, sin obtener grandes resultados.
Sin embargo, sí encontraron apoyo en diversas compañías indias fabricantes de medicamentos genéricos, en el momento en que estaban a punto de romper el monopolio de la gran industria farmacéutica sobre los antirretrovirales. Dialogaron con los proveedores de éstas y les convencieron para que redujeran sus precios a cambio de garantías en el volumen futuro de sus ventas. Con materias primas más económicas, los productores de genéricos pudieron rebajar sus precios al mercado final. En 2003, el tratamiento antirretroviral ya se vendía por 140$ por persona y año, beneficiando con ello a 400.000 personas en 60 países distintos que ahora tendrían acceso a un tratamiento estable.
Es un ejemplo de actuación de la denominada Iniciativa Clinton sobre el VIH/sida (CHAI es su acrónimo inglés). El ex presidente de Estados Unidos también actúa en otros campos igualmente filantrópicos, pero muy dispares, como la pobreza global, el cambio climático o la obesidad infantil en su país. Siempre se rige por los mismos patrones: una aproximación al problema inspirada en el mundo de los negocios, mucho descaro, uso intensivo de la promoción y de la notoriedad internacional y una preocupación obsesiva por explicar los resultados de cada acción realizada. Eso sí, sin apenas manejar dinero: su presupuesto es una milésima parte (sólo 30 millones de dólares) del de la fundación de Bill y Melinda Gates, unos de los grandes filántropos financieros de nuestro tiempo.
Clinton suple con conocimiento, información y experiencia, es decir, con capital intelectual, ese diferencial económico con la fundación de los Gates. Según Fortune, el estilo Clinton se caracteriza por cuatro polos de actuación: primero, es el propio ex presidente quien define qué campos hay que tratar. Segundo, una vez decidido el área, se pregunta si su actividad puede generar un impacto positivo o si, por el contrario, es innecesaria. En tercer lugar, estudia si alguna otra entidad está haciendo mejor las cosas en ese campo. Si ese es el caso, puede pactar con ella o bien dedicarse a otra actividad. Finalmente, si todo lo demás es positivo, sólo cabe emplearse en conseguir todo tipo de apoyos, materiales o simbólicos, de gobiernos, ONG, empresas y particulares y dar difusión continua al proyecto.
Actualmente, la organización que lidera Bill Clinton cuenta con cerca de 600 colaboradores trabajando por todo el mundo. Aproximadamente la mitad de ellos son voluntarios. Personas de notoriedad universal de todos los ámbitos actúan no sólo como aliados sino como apóstoles de la causa: desde Madonna hasta Steven Spielberg, desde Rupert Murdoch hasta el mismo Bill Gates, han donado dinero y tiempo a acciones promovidas por esta fundación.
Es cierto que Bill Clinton cuenta con una ventaja competitiva inigualable, después de su experiencia política, haber sido el hombre más poderoso del mundo, al frente de la primera potencia, durante ocho años. Sin embargo, no está totalmente claro que su éxito en la filantropía esté basado exclusivamente en su carisma personal. Por un lado, la innovación al aplicar estrategias propias del mundo de la empresa a la lucha contra los desequilibrios sociales y, por otro lado, la preocupación por contabilizar los resultados y darlos a conocer al mundo habrán tenido también algo que ver. Por lo pronto, el sector privado puede encontrar otras garantías de retorno a su actividad de responsabilidad social corporativa.
Tal vez la William J. Clinton Foundation no podrá resolver los grandes problemas del mundo. Sin embargo, no deja de sorprender su capacidad de fraccionar esos problemas y de resolver cada fracción por separado.
Diego Torres y Mario Sorribas.Torres es profesor asociado del departamento de política de empresa de Esade y Sorribas es miembro de la Fundación Deporte, Cultura e Integración Social