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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La apuesta por la moderación

Los sindicatos y la patronal han convertido ya en un ritual el pacto que regula los contenidos básicos de la negociación colectiva. Pero a su vez es uno de los activos más sólidos de la política económica, sin el cual tendría difícil explicación el fuerte crecimiento de la actividad, del empleo y de la inversión en los diez últimos años en España. El acuerdo consagra la moderación salarial como palanca para mover las variables más saludables de la actividad económica y ha logrado desterrar, con la práctica, las desproporcionadas demandas salariales sindicales de los primeros años de la transición democrática.

El acuerdo ratificado ayer es el reflejo puro de un sindicalismo renovado en los últimos años que hace girar sus demandas exclusivamente en torno al empleo, sacrificando, si es preciso, las ganancias retributivas particulares. La clientela natural de los sindicatos ha sido, por tanto, la más beneficiada con diferencia, pese al avance de las rentas de explotación, por el efecto redistributivo que ha supuesto la creación de más de seis millones de puestos de trabajo en los diez últimos años.

El entendimiento de patronos y trabajadores ha desterrado las huelgas laborales y ha proporcionado la etapa más larga de paz social que se recuerda en España, que ha ganado el suficiente crédito como para convertirse en uno de los focos y destinos más importantes de la inversión extranjera. En el futuro no debiera perder tal condición si se aplican con buen criterio las intenciones firmadas ayer, y que, entre otras cosas, fijan un itinerario para hacer frente a las reestructuraciones de empresas en casos de crisis, incidencia nada descartable si prosigue el movimiento natural de la relocalización de la actividad.

Este año el acuerdo tiene un tono incluso más moderado que en ejercicios pasados. Ciñe mucho las referencias salariales a la previsión de IPC, porque admite que éste es el virus que ha minado la productividad y la competitividad en España. Pero con el control de los costes laborales, el pacto compromete a las empresas a explotar todas las posibilidades de la inversión que mejoren la productividad y den garantía de estabilidad al empleo.

La queja sindical de los últimos años ha sido siempre la misma: la parte laboral aprieta el cinturón para amarrar la inflación, objetivo de consecución cuestionable, y para estabilizar el crecimiento económico, pero la parte empresarial no atiende la reconstitución del tejido productivo con la renovación de la inversión. Pero ahora el acuerdo convierte el deseo en una compensación necesaria para dar longevidad al ciclo.

Aunque remueve determinados tabúes de la negociación colectiva, como una apuesta limitada por la retribución variable, el pacto debería convertirse también en un instrumento de cambio de la estructura de los convenios. Los acuerdos de empresa, pegados al terreno, deben tomar el protagonismo, para comprometer a los trabajadores con los objetivos de cada compañía y remunerar a cada cual según su desempeño, con plena movilidad interna en la plantilla. Hay que recordar que el primer pacto salarial sindicatos-patronal, en 2002, se hizo para que el Gobierno retirase la reforma de los convenios. Pero ahora sólo tiene sentido si se convierte en la reforma que pretendía evitar entonces.

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