Asesinado en Turquía un intelectual juzgado por defender a la comunidad armenia
El intelectual turco Hrant Dink, juzgado en su país en varias ocasiones por hacer referencia al genocidio armenio (la muerte de más de un millón de miembros de esta comunidad a manos de las tropas otomanas durante la I Guerra Mundial), ha sido asesinado a tiros, según informa la televisión turca. Dink fue víctima de las leyes contra la libertad de expresión de su país, uno de los baldones que se interponen en el camino de Turquía hacia la Unión Europea.
Dink, de 53 años, era escritor y director del semanario Agos, la única revista armenia de Turquía (con una tirada de 6.000 ejemplares). Había tenido que afrontar tres procesos judiciales, entre otras cosas por declarar: “No soy turco; soy armenio de Turquía”. Hoy ha recibido cuatro tiros en Estambul; la policía ha detenido a dos sospechosos a pocos kilómetros del lugar del crimen, según ha anuncido el primer ministro, Tayyip Erdogan. El gobernante ha asegurado que este asesinato constituye un ataque contra la paz y estabilidad del país.
En Turquía viven unos 60.000 ciudadanos de origen armenio, la mayoría de ellos en Estambul. En los últimos meses, una quincena de intelectuales de esta comunidad habían roto el tabú que rodea la matanza de armenios y se enfrentaban por ello al peligro de ir a la cárcel. “Aún no hay libertad total -decía Dink en diciembre-, pero el tabú se está resquebrajando”. “Hay progreso gracias a las negociaciones con la UE”, añadía.
Turquía es un país musulman; los armenios son cristianos. El artículo 301 del Código Penal turco, aprobado en junio del año pasado, castiga con cárcel los “insultos a la identidad nacional”. Entre los intelectuales perseguidos por este delito se encontraba el escritor Orhan Pamuk, uno de los más respetados en su país y ganador el año pasado del Premio Nobel de Literatura. ¿Su crimen? Afirmar en un periódico suizo: “30.000 kurdos y un millón de armenios fueron asesinados y nadie se atreve a hablar de ello”. La Unión Europea ha protestado contra esta ley y contra los procesos judiciales, pues deja en manos de los tribunales cuál es el límite de la libertad de expresión.
En 1915 Europa estaba inmersa en la I Guerra Mundial y el Imperio Otomano se encontraba en proceso de descomposición. Un grupo de militares quiso entonces cortar de raíz la colaboración de los armenios con Rusia, y durante ocho años les sometieron a una persecución que acabó con la vida o provocó la huida de 1,5 millones de personas. El proceso fue tan brutal que hay historiadores que hablan de genocidio; las autoridades turcas lo niegan, mientras que Armenia (cuya frontera con el país vecino sigue cerrada) habla de un millón de muertos.
Aunque Pamuk fue exculpado merced a una argucia legal, quedan casi dos centenares de causas abiertas por delitos de opinión contra intelectuales turcos. El Gobierno ha dicho que nadie irá a la cárcel por expresar su opinión. Pero el año pasado la escritora Perihan Magden, también absuelta, señalaba: “Estamos sometidos a tortura psicológica. Antes de quedar exculpados en el interior de los juzgados, se nos da un escarmiento en la calle”. Magden fue juzgada por “denigrar a las Fuerzas Armadas” turcas en un diario; la escritora defendió el derecho a la objeción de conciencia de un joven pacifista.