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Tribuna
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Escasez de niños

España está, junto a Japón, Rusia e Italia, entre los países con tasas de natalidad más bajas. El autor analiza los problemas que se derivan de esta situación y apunta como solución la apertura a los inmigrantes, aunque con una regulación rigurosa para evitar otras complicaciones

Durante el siglo XX y lo que ha transcurrido del XXI se ha logrado la mayor reducción de las tasas de mortalidad, no sólo en los países desarrollados sino también en el resto del mundo. Tasas muy bajas de nacimientos, principalmente en los países occidentales y en Asia oriental, se perfilan como el gran suceso demográfico del presente siglo. La tasa de fertilidad promedia, indicando el número de hijos de la mujer, tiene que alcanzar al menos 2,1 para que no se reduzca la población de un país sin emigrantes (caso, por ejemplo, que sucede en España). Sin embargo, existen unos 70 países, que representan casi la mitad de la población mundial, con una tasa de fertilidad inferior a 2,1 e incluso sensiblemente más baja en algunas naciones, del orden de 1,1.

Europa tiene en general bajas tasas de nacimientos, lo mismo que sucede en muchos países asiáticos (Japón, Hong Kong, Corea del Sur, Corea del Norte, Taiwán, China...). En el mundo destacan cuatro -Japón, España, Rusia e Italia- como los países con las tasas más bajas de nacimientos, donde en promedio la tasa de fertilidad alcanza escasamente un hijo por mujer. Hong Kong es el caso más extremo. Allí nace menos de un hijo por mujer.

Cuando el nivel de reposición está por encima de la tasa de natalidad, ese país debe estar abierto a recibir una cantidad adecuada y suficiente de inmigrantes para mantener una población estable o creciente. Un caso claro es Japón que ha estado reticente a recibir inmigrantes a menos que sean descendientes de japoneses, la inmigración ha sido prácticamente insignificante y en buena lógica no puede sorprender que sea uno de los primeros países con una alta caída en su población. Otro caso es el de Rusia donde también se reduce la población no solamente por tener una tasa de natalidad muy baja, sino porque muchos rusos emigran y además por sufrir una alta tasa de mortalidad. El promedio de vida en Rusia está por debajo de los 60 años. En los países occidentales la tasa de mortalidad está cerca de los 78 años.

Ahora bien, si en Rusia y Japón continúan las actuales tasas de natalidad y si además estos países no cambian de política hacia la inmigración, se acelerará la caída de su población. Según la proyección efectuada por el Banco Mundial la población de Rusia disminuirá en más del 25%, a unos 100 millones de habitantes, para el año 2050, a menos que haya un cambio total en las tendencias de mortalidad e inmigración.

Muchos países, entre los que no se cuenta España, proponen o instrumentan subsidios y ayudas para que las familias tengan más hijos. Francia, Rusia y Japón están ofreciendo un fuerte incremento en las ayudas para fomentar que las mujeres tengan más de un hijo.

¿Qué preocupa sobre las bajas tasas de natalidad y es ignorado por los economistas neomalthusianos que continúan defendiendo ir en contra de los aumentos de la población? Una consecuencia lógica de las bajas tasas de natalidad y más largas expectativas de vida es que una menor proporción está en edad de trabajar, en comparación con el número de personas jubiladas. La consecuencia es que la financiación de las jubilaciones y de la asistencia sanitaria se convierte en un desafío dada día mayor por tratarse de gastos normalmente financiados, en la mayoría de los países, por gravámenes que pagan los que actualmente trabajan (jubilaciones de reparto).

El cambio a un sistema de jubilación por capitalización aliviaría el problema. Bajo ese sistema, los individuos acumulan activos a lo largo de su vida de trabajo en un sistema de cuentas de ahorro para la jubilación y los gastos sanitarios. Los mencionados ahorros los empezarán a utilizar a la edad de jubilación para poder pagar por lo que consumen, así como por los gastos sanitarios.

En general, ningún país ha conseguido un salto en su tasa de fertilidad luego de que ésta haya caído bastante por debajo del nivel de reposición (caso de España). Las tasas bajas de natalidad se deben al alto coste de dar formación y alimentación a los niños, los costes de la vivienda y el trabajo de ambos cónyuges fuera del entorno familiar. En resumen, los padres prefieren invertir más en cada hijo, en lugar de tener un mayor número de éstos. La tasa de nacimiento podría incrementarse aumentando las asignaciones a las familias, facilitando los horarios de los trabajadores para atender a la familia y dando subsidios a establecimientos que cuiden de los niños. Pero aún generosos subsidios a los padres suelen tener poca efectividad. Un grupo de economistas franceses han estudiado el complicado y costoso sistema de su país, concluyendo que tan sólo ha logrado incrementar la tasa de nacimientos en apenas 0,1: de 1,7 a 1,8.

Podemos concluir que la fertilidad en países como Rusia, España, Japón, etcétera, no aumentará en las próximas décadas al nivel requerido de 2,1 hijos, por más subsidios que se concedan. La solución para esos países es abrirle las puertas a la inmigración. Pero en casi todos los países la inmigración en gran escala produce problemas políticos, económicos y sociales, lo cual exige una regulación rigurosa y realista de la política de inmigración.

Guillermo de León. Profesor de Economía Financiera de la Universidad Antonio de Nebrija

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