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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

2006: un año para el recuerdo

La Bolsa española ha cerrado, posiblemente, el ejercicio más brillante de su historia. Es cierto que otros años (1993 y 1996 a 1998) se han saldado con una revalorización mayor. Pero también lo es que la espectacular escalada de 2006 (un 31,79%) se sostiene sobre unas bases más robustas y sobre un volumen de transacciones récord, claramente superior al billón de euros.

Sin lugar dudas, el gran animador de esta eclosión bursátil española, superior a la del resto de mercados mundiales de peso, ha sido el sector energético. La ya casi interminable pelea por el control de Endesa, con la decidida apuesta del gigante alemán Eon y la entrada en escena de Acciona, encendió la mecha de la reordenación en un sector ávido de nuevos alicientes. Como el que supuso la irrupción de ACS en Unión Fenosa y, sobre todo, en Iberdrola. El grupo que preside Ignacio Sánchez Galán ha ido, incluso, un paso más allá y se ha atrevido con una operación en el exterior, la adquisición de Scottish Power, que la coloca en primera línea europea.

Y todo ello sin olvidar la aventura de Sacyr en el capital de Repsol, grupo del que se ha convertido en primer accionista, desbancando a La Caixa. Otro rasgo distintivo del año bursátil y económico que se cierra ha sido el papel de las grandes constructoras. ACS, Acciona y Sacyr han entrado de lleno en el pulso por el control del mapa energético. Pero sus directos competidores tampoco se han quedado quietos. Ferrovial se ha consolidado como el dueño de los aeropuertos más importantes del Reino Unido y FCC, con una política menos agresiva, también ha aprovechado la coyuntura, tanto dentro como fuera de España.

El tirón comprador de las constructoras, perfectamente secundadas por las inmobiliarias, se ha sustentado, además de por su buena salud financiera, por el inigualable nivel de liquidez que inunda los mercados financieros internacionales. Una situación que ha provocado una auténtica oleada de operaciones corporativas a nivel mundial.

La fiebre de adquisiciones no sólo ha estado alentada por ese altísimo grado de liquidez. El buen momento económico mundial, con tasas de crecimiento globales del 5%; las buenas perspectivas de negocio y unos tipos de interés, sobre todo en la zona euro, todavía bajos, han hecho el resto.

Este análisis, acentuado si cabe en su perfil más positivo, vale para España, una economía que suma ya catorce años de crecimiento ininterrumpido. Una racha que, según todas las previsiones, no tiene visos de cortarse en el medio plazo. De hecho, el Gobierno acaba de hacer públicas sus perspectivas para los próximos tres años, con significativos aumentos del PIB real (siempre por encima del 3%) en el periodo.

Las previsiones sobre el comportamiento bursátil el año próximo también son esperanzadoras. Los analistas apuestan por otro ejercicio de subidas, aunque más moderadas que las registradas en este. Todos sostienen que continuarán las operaciones de concentración empresarial, que los movimientos en el sector energético no han hecho más que apuntarse y que la banca europea aún tiene su revolución pendiente. Esperanzadores mimbres para empezar un nuevo curso.

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