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Secretos de despachos
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Arte africano en armonía

Trabaja en una galería de arte especializada en obras africanas. Ángel Martín, madrileño, de 43 años, dirige la galería Cristóbal Benítez de Madrid. El ambiente es acogedor y muy cálido. Los colores y la luz envuelven una atmósfera de lo más sosegada. Además este ejecutivo habla de forma pausada y relajada, lo que contrasta con el estrés que dice tener debido a los numerosos viajes que debe hacer a África, Estados Unidos y Europa, además de todos los problemas que conlleva un negocio tan delicado como el del arte.

Ángel Martín asegura que la mayor parte de su trabajo discurre en soledad, ya que requiere de una gran labor de documentación y de estudio. 'Paso mucho tiempo solo y encerrado en el despacho. Manejo mucha bibliografía y por tanto tengo que trabajar en un entorno de mucha tranquilidad'.

Estudió Arqueología y Prehistoria en la Universidad Complutense de Madrid, y siempre tuvo clara su vocación: 'El mundo de la cultura y de los objetos siempre me ha atraído, y sobre todo el continente africano que es tan misterioso'. Hace 21 años viajó a Malí y decidió iniciar su aventura empresarial. 'Me dio una perspectiva distinta de la vida y de las coas que había visto anteriormente. Me quedé fascinado sobre todo con los restos que encontré de culturas preindustriales'. Su fascinación por África no tiene límites.

Martín habla con verdadera pasión de todo lo relacionado con el arte africano, de cómo la escultura y la máscara se pierde a finales de los años treinta y de sus inicios como marchante. Poco a poco empieza a viajar regularmente a Malí, Costa de Marfil, Ghana, Burkina Faso, Sudáfrica, Benin, Togo o Níger, y a formar parte de distintas asociaciones profesionales.

'Lo que sucede es que en España no hay tradición africanista y me planteo el desafío de enseñar que en África existe una gran realidad cultural y antropológica'. Y todo esto sucede, según Martín, porque aquí no existe tradición artística ni colonial compartida, como sucede con otros países como Holanda. 'Se trata de un arte desconocido, que tiene gran aceptación sobre todo en las personas a las que le gusta el arte contemporáneo y moderno'. Escuchar a Ángel Martín supone entrar en contacto con la verdadera esencia de las tribus africanas.

Reconoce que iniciar un negocio de este tipo no ha sido un camino fácil, que ha tenido momentos duros, pero que nunca pensó en abandonar. El arte africano para Martín es algo más que un trabajo, es una pasión. 'No desconecto, cuando me afeito pienso en posibles obras'. Y asegura que lo más duro siempre es tener que decirle a alguien que su objeto no es bueno. 'Eso es lo más difícil porque todo el mundo cree que tiene lo mejor'. Según Martín, una buena colección se fragua a base de buen gusto, y no tanto de medios económicos. Trabaja rodeado de libros de arte porque en cualquier momento tiene que consultar algún dato. Le gusta, por tanto, tenerlo todo a mano. 'Tanta dedicación al trabajo hace que mi vida sea más pobre en cuanto a aficiones. Antes esquiaba, ahora no tengo tanto tiempo y viajo menos por ocio. He dejado, por ejemplo, de leer poesía y filosofía'. La suerte que tiene es que a su mujer también le apasiona todo lo relacionado con la estética de los objetos.

Ángel Martín califica su labor de cultural y melancólica. 'Pero además creo que la pasión por los objetos y por el arte no está reñida con los intereses económicos'. El despacho, iluminado con luz indirecta, en el que trabaja asegura que no está decorado, pero todo objeto está colocado con alguna intención. Nada es espontáneo. Ni el color de un puerta que pintó en un tono burdeos. La mesa la tiene orientada de cara a la pared por un sentido práctico y de comodidad. Lo que siempre le acompaña es música de jazz y clásica. 'Me relaja muchísimo porque aunque parezca lo contrario, ya que me dedico a lo que verdaderamente me gusta, mi trabajo es muy estresante. En una semana llego a coger hasta cinco aviones'. No es lo que transmite.

Con la mirada del abuelo presente

Asegura que no es nada maniático, pero le aseguran que es muy perfeccionista. 'Me gustan las cosas bien hechas'. Y si tiene que destacar algún objeto con los que trabaja no lo duda: una máscara mama, procedente de un grupo del centro norte de Nigeria, donde la escultura se perdió en el siglo XIX, y que, según Martín, destaca por su diseño audaz y con interés por el espacio. Otra de sus máscaras preferidas es una gacela denominada tiwara de la cultura Bambara, procedente de Malí. 'Parece que está corriendo y da la sensación de un gran dinamismo. No parece una escultura de madera'.Ángel Martín asegura que el arte africano no es especialmente caro, y que una escultura puede rondar los 12.000 euros.Sobre su dedicación al trabajo reconoce que no tiene contabilizadas las horas que emplea.'Cuando viajo llevo un ritmo diferente porque me adapto a un horario más natural. Empiezo a trabajar temprano y acabo a media tarde', dice Martín. En Madrid todo es diferente: tiene que hacer más vida social, con cenas de trabajo incluidas.

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