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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mayoría de edad a los consumidores

La Ley de Mejora de la Protección de los Consumidores y Usuarios aprobada ayer por el Congreso es a la vez una declaración de mayoría de edad para éstos. La ley, que entrará en vigor este 1 de enero, modifica el marco legal de 1984. Los avances y cambios, tecnológicos y de toda índole, de los últimos 18 años ya eran razón de sobra para actualizar la norma. Pero es que además algunos aspectos de la comercialización de bienes y el suministro de servicios han entrado en una dinámica que, contra la clásica ley del comercio de que el cliente siempre tiene la razón, le han transmutado de rey en víctima.

Que la gran mayoría de las modificaciones recogidas en la nueva ley sean del más elemental sentido común no hace sino confirmar lo inexplicable de su inexistencia hasta ahora. Se prohíben, por ejemplo, los redondeos al alza, tan queridos de las empresas telefónicas o de parkings, con los que se cobra por servicios no consumidos. Igualmente, se exigirá que sean personas, y no robots de voz, los que den la atención al cliente. O, en la compraventa de viviendas, se considerará abusivo penalizar al comprador que no quiera subrogarse en el crédito hipotecario del promotor. Se exigirá igual facilidad para darse de baja que de alta en un servicio, o se eliminan las cláusulas abusivas que penalizan el desenganche de una empresa.

El texto llega cuatro años después de recibir España la advertencia de Bruselas contra las cláusulas abusivas, e incluye el propósito -ineludible- de desembocar en otro que recoja también las directivas comunitarias. Aún así, es bueno. Pero sólo si se observa será eficaz. Y aquí hay un papel a cumplir por las autoridades, habilitando canales con los que los usuarios puedan ejercer sus derechos con garantía y agilidad.

Los consumidores también están obligados a actuar como mayores de edad, es decir, a conocer sus derechos. Es saludable para la relación de las empresas y los consumidores eliminar el halo de sospecha que sobre las primeras, y más en ciertos sectores, se ha llegado a extender. Todo esto será inútil si no se hace en un marco de libre competencia, que será al final el mecanismo más eficaz para premiar a las compañías honestas y sacar del mercado a las que jueguen sucio.

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