Berlín toma los mandos de la UE
Una Alemania en plena recuperación económica asume, el próximo 1 de enero, la presidencia semestral de la UE. Por primera vez desde la fundación del club hace 50 años, Berlín toma el mando sin disimular su condición de socio más poderoso y dispuesto a reivindicar ese papel.
La primera prioridad del Gobierno de Angela Merkel es precisamente recuperar el proyecto constitucional que concede a cada país de la UE un peso institucional proporcional a su población, una fórmula que por primera vez colocará a Berlín por encima de París. Merkel intentará pactar un calendario que a finales de 2008, bajo presidencia francesa, consagre la superioridad alemana en el Consejo de Ministros de la UE.
En el terreno económico los objetivos de Berlín son más moderados. Aunque Alemania goza de un optimismo empresarial inédito desde la unificación, reflejado en el récord del índice IFO publicado ayer -el más alto en 15 años, a pesar del aumento de impuestos previsto para 2007-, lo cierto es que los seis meses de la presidencia de la UE son cortos y las atribuciones pocas como para dejar una impronta duradera en el club. El propio ministro de Asuntos Exteriores, Frank- Walter Steinmeier, intentó ayer, en la presentación de la agenda del semestre, enfriar las expectativas.
Pero la crisis de identidad de la UE y las débiles presidencias de Austria y Finlandia han alentado esa expectación. Este año se ha comprobado la inviabilidad de mantener, con 27 miembros, una presidencia rotatoria semestral que sitúa en capitales con muy poca experiencia en la arena internacional la respuesta de Europa a crisis importantes. La situación puede empeorar cuando países como Malta (400.000 habitantes) o Chipre (800.000) representen próximamente a la UE en todas las instancias internacionales.
La Constitución creaba las figuras de un presidente permanente de la UE y de un ministro de Exteriores. Son dos piezas del frustrado proyecto a recuperar para dar coherencia y continuidad a las políticas comunitarias. Si Alemania retoma su papel de locomotora tendrá potencia suficiente para cambios así. Las expectativas de Europa no deben estar al albur de la capital donde cae cada semestre la bola presidencial.