Por una Europa que vuelva a soplar
Sabemos, por experiencia vital, que no es posible soplar y sorber a la vez, quizás lo que, inconscientemente, ha querido hacer la UE sin éxito. Europa, sede histórica de la cultura occidental, patria original de la ciencia y la tecnología, y por tanto, causante central del progreso económico y social del mundo, parece cansada y perdida respecto a su liderazgo mundial.
Tras los evidentes éxitos logrados por los diversos procesos de integración europea durante el último medio siglo, la nueva Constitución, que pretendía profundizar la Unión y hacerla más operativa, se encuentra en el aire, y la UE, valga el juego de palabras, literalmente desairada.
Mientras se acentuaban los lazos de la Unión de Europa se propiciaba su ampliación sin que una buena o quizás -por lo que estamos viendo ahora- una gran parte de los europeos tuvieran clara una y otra cosa, o puede que ninguna de las dos.
Es preciso consolidar las reglas del juego comunitarias frente al surgimiento de proteccionismos nacionales
El parón, más político que institucional de la UE, como consecuencia de los noes francés y holandés al nuevo Tratado Constitucional, que ha generado perplejidad en la política y sociedad europea, debiéramos evitar todos deviniera en desconfianza en el futuro común. Para ello, quizás sería bueno alzar un poco la vista y mirar con perspectiva la nueva situación planteada, su por qué y las posibles soluciones de futuro.
De entrada, debemos convenir que no ha pasado nada irreparable ni que cuestione las esencias de la UE. En ausencia de un nuevo tratado multilateral -concepto jurídico posiblemente más riguroso que el constitucional-, las instituciones políticas y económicas que nos han traído hasta ahora siguen en vigor.
Los políticos no tienen más remedio que ganar tiempo hasta alcanzar un nuevo consenso que pueda articular con razonables posibilidades de éxito las nuevas etapas de la integración política europea. En tal sentido habría que replantearse la figura del referéndum -una instancia electoral de uso democrático más que cuestionado-, salvo que se planteara a escala europea, lo que en todo caso resultaría muy dudoso. Los respectivos parlamentos nacionales tienen suficiente legitimidad representativa para seguir aprobando los siguientes pasos del proceso integrador.
Pero además de tomarse un tiempo de reflexión para salir de la crisis política actual, los políticos europeos deben hacer -literalmente- un acto de fe en la UE, su presente y su futuro. Tienen, tenemos, muchas y buenas razones para ello y resulta fundamental para recuperar la confianza, piedra filosofal de la economía de nuestro tiempo.
La UE puede mirar con orgullo a su pasado, y su presente, que a pesar del razonable pesimismo que invade algunos países sigue lleno de posibilidades si las sabemos aprovechar bien y, eso sí, pronto.
Mientras se trata de resolver la crisis política, Unice -la voz empresarial europea-, tras una amplia consulta a sus bases -39 organizaciones empresariales que representan a 33 países, en el caso de España, la CEOE- acaba de plantear a la Comisión Europea la necesidad de llevar a cabo actuaciones que permitan en un plazo relativamente corto que el mercado interior sea una realidad homogénea y transparente.
Para nosotros, empresarios de Europa, el mercado interior es el eje central de la prosperidad europea basada en cuatro libertades fundamentales: de bienes, servicios, personas y capital.
Para que el mercado interior sea una realidad es preciso abordar varios frentes de actuación: completar la integración de todos los mercados, especialmente de la energía y los servicios, incluyendo los financieros; mejorar la regulación para facilitar la competitividad internacional, y consolidar las reglas del juego comunitarias frente al surgimiento de proteccionismos nacionales.
El panorama descrito no quedaría completo sin incluir mecanismos que garanticen una simétrica reciprocidad de actuaciones entre todos los países miembros de la UE.
Nada de lo dicho por Unice es imposible. Es cuestión de seguir soplando aunque, por el momento, no sorbamos.
Jesús Banegas. Presidente de la Comisión de Mercado Interior de Unice