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Tribuna
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Qué esperar de los demócratas en EE UU

A pesar de su victoria en las elecciones legislativas en EE UU, los demócratas se van a encontrar con barreras institucionales para sacar adelante su programa, según el autor. Esta dificultad va a hacer necesaria su colaboración con los republicanos que, en su opinión, parece ser el mensaje emitido por los electores

La victoria de los demócratas en las elecciones legislativas del pasado 7 de noviembre ha causado un cataclismo político en EE UU. La mayoría de los analistas están de acuerdo en que el resultado de las elecciones ha sido no tanto un voto de apoyo a los demócratas como un voto de castigo contra George Bush y la guerra de Irak. Los demócratas han recuperado el control del Congreso que perdieron hace 12 años.

La gran pregunta es cómo va a afectar la victoria demócrata a las políticas de EE UU. Los líderes del partido han prometido reformas radicales en los primeros 100 días. La plataforma electoral se articuló en torno al programa Seis en el '06: trabajo, educación, independencia energética, una América más segura, reducir las desigualdades y una pensión digna. Para ello han desarrollado propuestas para reformar la normativa ética del Congreso de EE UU; aumentar el salario mínimo; implementar las medidas propuestas por la Comisión del 11-S para mejorar la seguridad del país; promover el desarrollo de investigación con células madre; reducir los costes de las universidades; otorgar poder al Gobierno para negociar con las empresas farmacéuticas; eliminar los incentivos que ahora tienen las empresas para trasladar la producción a otros países y los subsidios a las empresas petroleras; mantener el impuesto de sucesiones; rechazar la privatización de la Seguridad Social, y controlar a sectores que han tenido mucho poder, como la industria petrolera, la de defensa o la farmacéutica.

El Partido Demócrata y el Republicano coinciden en la necesidad de que el país consiga mayor independencia energética

El impacto de estas medidas en la economía sería modesto pero pueden tener gran importancia en la vida de millones de norteamericanos porque tratan de resolver algunos de los retos del país, como el aumento de las desigualdades, el estancamiento de los salarios reales y la distribución del crecimiento económico.

Muchos temen políticas de corte más populista y nacionalista, que pueden tener un impacto negativo en la posibilidad de acuerdos comerciales bilaterales o la culminación de la Ronda de Doha. Sin embargo, es importante recordar que, pese a su victoria, los demócratas se van a encontrar con barreras institucionales importantes para poder implementar su programa. En primer lugar, la Constitución de EE UU otorga al Ejecutivo el papel principal en el ámbito de la política exterior. En el caso de Irak el principal poder del Congreso es aprobar los gastos de la guerra y podrían forzar la mano del presidente denegándole los fondos para continuar la guerra, pero esto tendría un efecto negativo en las tropas y los demócratas ya han dicho que no lo van a hacer.

Además el presidente Bush tiene poder de veto sobre la legislación aprobada por el Congreso y los demócratas no tienen los dos tercios de mayoría necesaria para poder invalidar el veto. Por último, la Constitución y las reglas de procedimiento de las Cámaras legislativas establecen mecanismos de protección de las minorías, particularmente en el Senado, que otorgan un poder efectivo de bloqueo de iniciativas legislativas, lo que hará muy difícil a los demócratas sacar adelante proyectos sin apoyo de los republicanos.

Todo esto hará necesario que los demócratas colaboren con los republicanos y con Bush. Este parece ser en cualquier caso el mensaje de los electores. El presidente Bush, que se presentó a las elecciones en 2000 como un político 'unificador', pero que luego se ha revelado como un político dogmático que ha rechazado colaborar con los demócratas, tiene una oportunidad para revisar su compromiso de 2000 y convertirse, como Reagan o Clinton en sus últimos años de mandato, en un presidente con un importante legado legislativo.

Muchos dudan que pueda y quiera hacerlo, pero si no quiere ser marginado y tener un papel irrelevante en los dos años que le quedan de mandato no tiene más remedio que colaborar con los demócratas. Estos últimos, por su parte, se juegan mucho ya que si no cumplen al menos gran parte de su programa y consiguen logros en los dos próximos años se arriesgan a perder las próximas elecciones presidenciales. En 2008 no les bastará presentarse en contra de las políticas de Bush. Tienen que aprovechar la oportunidad de establecer su credibilidad como un partido de Gobierno.

¿Cuáles son las perspectivas? Desde el día después de las elecciones tanto Bush como los líderes demócratas han enfatizado constantemente la necesidad de trabajar juntos. Ambos partidos coinciden en la necesidad de hacer del medio ambiente una prioridad y en conseguir mayor independencia energética. También hay puntos de encuentro sobre la inmigración (reformas que combinen la lucha contra la inmigración ilegal con un programa de legalización para los ilegales que se encuentren actualmente en el país); la educación (mejorar el sistema y el rendimiento de los estudiantes), o la necesidad de equilibrar las cuentas públicas y reducir el déficit. Es de esperar que esta nueva situación lleve a los líderes del país a encontrar fórmulas de colaboración para avanzar en estos temas.

Sebastián Royo. Decano en la Universidad de Suffolk en Boston, director de su campus en Madrid y codirector del seminario de Estudios Ibéricos de Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard

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