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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Buenos aires en los precios

La inflación ha prolongado en octubre la moderación iniciada en julio, hasta registrar la tasa más baja en lo que va de año, a niveles de marzo de 2004. La tasa general se ha moderado cuatro décimas hasta el 2,5% -2,6%, el dato armonizado- y el acumulado anual está en un 2,1% que sorprende incluso a los optimistas. Son excelentes noticias en el campo de los precios que, de extenderse a noviembre, aminorarán sensiblemente el coste de la actualización de las pensiones, que se ajusta conforme al dato de ese mes. De hecho, el ministro de Economía subrayó ayer que sólo de forma pesimista se puede pensar en una inflación a fin de año del 3%, la estimación oficial, un cálculo que el asesor económico del presidente, Miguel Sebastián, aventuró 'más cerca del 2,5% que del 3%'.

La razón de esta bajada se explica casi exclusivamente por la reducción de los precios energéticos. Por ello, cobra más valor la caída, más ligera -del 2,9% al 2,8%-, de la inflación subyacente, que excluye precios energéticos y de alimentos no elaborados. Esto parece indicar, así lo interpreta Economía, que no ha aparecido el temido 'efecto de segunda ronda', porque el IPC ha vuelto a tasas similares a las de hace dos años, cuando se inició la escalada del petróleo, sin que ésta haya repercutido en otros precios o en los salarios.

A pesar de todos estos aspectos positivos, se engañará quien crea que el trabajo está hecho. Y peor si lo hace el Gobierno. Porque el recorte se concentra en los elementos más volátiles y no en los estructurales -vivienda y servicios, donde no hay competencia exterior, son dos de los grupos que más se encarecen-, el diferencial con la zona euro sigue encastillado en un punto, y la tasa subyacente, donde se concentra la parte más dura de la inflación, supera con creces a la general.

Un crecimiento de la economía al 3,8%, una inflación a la baja y una fuerte creación de empleo forman un trípode en el que se puede asentar la autocomplacencia. Para evitar esta peligrosa enfermedad en la política económica basta observar los datos de la balanza comercial, que pueden apuntar un preocupante retroceso en la mejora observada en la balanza exterior.

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