La victoria de los demócratas cambia la agenda económica de Bush
El partido demócrata ganó ayer las elecciones de mitad de legislatura en EE UU. Hasta ahora en la oposición, el partido ganó con holgura la mayoría en la Cámara de Representantes y, a falta de saber el resultado del estado de Virginia, acariciaba la victoria en el Senado.
El avance permite su vuelta a un liderazgo del Congreso que perdió en 1994. El presidente, George Bush, admitió ayer con decepción una derrota que asumió como personal pues expresaba, sobre todo, el descontento de los votantes por la guerra en Irak. El resultado cambia la agenda política y económica de Washington y en buena medida los demócratas la controlarán.
Antes de las elecciones con proyecciones de victoria ajustadas, los economistas no estaban tan seguros de ello. Se contaba con una victoria demócrata suficiente como para forzar un 'gridlock' o parálisis que impidiera que ningún partido controlara la agenda económica. Esta parálisis es normalmente bienvenida en los mercados porque significa que hay menos intervención de Washington en los asuntos económicos.
Sin embargo, en otras legislaturas, como en 1986 (cuando se reformó la ley tributaria) y en 1996 (reforma de la ley de bienestar) hubo avances incluso cuando había una cierta parálisis porque hubo compromisos bipartidistas. Ahora se cree que dada la fuerza de los demócratas y el tono conciliatorio adoptado ayer por Bush (que tiene derecho de veto), los compromisos pueden estar liderados por los ganadores en las elecciones cuyos representantes van a presidir las comisiones económicas de las cámaras.
Para economistas como Stephen Roach, de Morgan Stanley, que Washington no se paralice es un alivio porque 'EE UU no puede permitirse dos años de inacción'. Roach cree que es 'mal momento para una parálisis' porque se necesita una agenda para ayudar a mejorar la tasa de ahorro de los ciudadanos, acabar con el déficit y avanzar en el libre comercio. Los economistas dudan que este punto se agilice porque los demócratas tienen una agenda más proteccionista.
El primer fruto del acercamiento que se perfila es la reforma comprensiva de la ley de inmigración en la que hay sintonía entre Bush y los demócratas. Ayer el presidente dijo que es uno de los primeros temas en su lista para hablar con Nancy Pelosi, la nueva líder de la cámara.
Pelosi dijo ayer que trabajarán para que la economía se haga más justa y se distribuya la riqueza de una forma más equitativa. Por ello se cuenta con que se negocien algunos de las recortes fiscales de Bush (se eliminen los de plusvalías y dividendos) y se quiera subir el salario mínimo. En cuestiones de salud, los demócratas quieren reformar la ley que impide al Gobierno negociar los precios de las medicinas en su programa de atención a la tercera edad. Bush y Pelosi además señalaron que trabajarán en la reforma de las pensiones. Los demócratas quieren, además, potenciar las energías alternativas y que se eliminen los subsidios a las petroleras. Por lo que respecta al déficit, Pelosi apuntó que se forzará el control de los gastos con la idea de equilibrar las cuentas.
Rumsfeld, la primera víctima
Las elecciones se han cobrado una primera víctima de alto perfil: el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. George Bush aceptó la dimisión del responsable de la guerra para traer a este departamento una 'perspectiva fresca'. La noticia de su marcha llegó una hora después de que la futura líder de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, pidiera públicamente este cambio.Criticado incluso dentro del ejército desde sus primeros días en el Pentágono y más con la marcha de una contienda en Irak que se estima fallida por la mayoría de los votantes, Rumsfeld deja su puesto al ex director de la CIA, Robert Gates.Irak ha sido la cuestión que ha unido a los votantes contra el partido republicano y la primera fuente del descontento popular con la Casa Blanca. Bush admitió que sin duda Irak ha influido en los resultados y dijo ayer que quería sustituir a Rumsfeld, que ha presentado numerosas veces su dimisión. No obstante señaló que no quería hacer pública su decisión antes de las elecciones porque no había hablado con Gates y no quería mandar un mensaje que se pudiera interpretar mal durante la campaña.El presidente aclaró que no quiere que las tropas dejen Irak antes de que completen su misión mientras los demócratas piden un repliegue. Los valores de las empresas de defensa respondieron al anuncio con pérdidas en los mercados.