Ségolène Royal y los socialistas franceses
Los socialistas franceses están inmersos en una elección interna para elegir al candidato que representará al Partido Socialista Francés (PS) en las elecciones presidenciales francesas de abril-mayo de 2007. El innovador proceso de primarias que se abrió el 3 de octubre culminará con la votación de los algo más de 200.000 militantes socialistas el próximo 16 de noviembre (el 23, si hay una segunda vuelta). En estos comicios está en juego no sólo la elección del candidato a la presidencia sino también el futuro del PS, que debe decidir si se embarca en un proceso de modernización similar al que tuvo lugar en el Partido Laborista con Tony Blair.
Tres candidatos están compitiendo: el ex primer ministro Laurent Fabius, el ex ministro de Economía Dominique Strauss-Kahn, y la gran favorita de los sondeos, Ségolène Royal (Ségo), que es presidenta de la región de Poitou-Charentes. Fabius representa al sector más izquierdista; Strauss-Kahn al socialdemócrata, y Royal se presenta como la renovadora del partido. Según las últimas encuestas, Royal es la favorita de los votantes de izquierdas con un 63% de apoyo, la sigue Strauss-Kahn con un 32%, y por último a gran distancia Fabius con un 5%.
Ségo ha sido descrita como la Mona Lisa de la política francesa, no sólo por su popularidad, sino también por su enigmática sonrisa. Pese a no haber articulado todavía una visión muy definida de su programa, se ha convertido en una figura de culto. Sus admiradores sostienen que representa algo original, nuevo e inspirador, en definitiva que simboliza la esperanza. Parte de su atractivo reside en el hecho de que es la primera candidata presidencial femenina de uno de los partidos mayoritarios, pero también en que, pese haber estado en política durante más de un cuarto de siglo (fue asesora presidencial a los 29 años), presenta una imagen de modernidad y renovación en un momento en que los franceses están muy desencantados con sus políticos y su incapacidad para afrontar los retos del país: el desempleo está cerca del 9%, las tasas de crecimiento han sido insuficientes, y la miseria de los suburbios ha resultado en graves conflictos.
Su éxito se basa en su habilidad de usar un lenguaje directo que conecta con los ciudadanos y la separa de los políticos tradicionales. Al igual que su oponente de la derecha, Nicolas Sarkozy, es una maestra en el uso de los medios de comunicación (incluyendo internet), que utiliza de manera muy efectiva para proyectar una imagen de liderazgo y capacidad de solucionar problemas.
Parte de su estrategia de indefinición es premeditada. Por ejemplo su falta de posicionamiento sobre la Constitución Europea o la adhesión de Turquía a la UE, es un intento de mantenerse alejada de un tema que dividió profundamente a su partido en el referéndum del pasado año. Los ejes de sus propuestas se centran en la promoción de la solidaridad y del desarrollo equitativo.
Su apoyo a la democracia participativa tiene raíces en su convicción de que las reformas han fracasado en Francia porque los políticos han impuesto decisiones sin consultar los ciudadanos. Esa convicción la lleva a apoyar propuestas para romper con las políticas fracasadas del pasado y apoyar una revolución democrática que permita renovar el sistema político del país para hacer frente a los retos de la globalización. Propone descentralizar el poder y dar más iniciativas a los Gobiernos regionales y locales, apoya el matrimonio homosexual, derogaría parte de las restrictivas leyes de inmigración, penalizaría a las empresas que lleven sus operaciones a otros países, proporcionaría subsidios a las pymes, e invertiría masivamente en capital humano.
Al mismo tiempo quiere romper las barreras tradicionales entre izquierda y derecha, y defiende una síntesis entre la libertad y la igualdad. De acuerdo con los observadores es precisamente en ser una mujer de izquierdas que simboliza los valores de la derecha donde reside gran parte de su atractivo político.
Sin embargo sus oponentes, y muchos de los más viscerales están en su partido, consideran que Royal representa el triunfo del estilo sobre la sustancia (la americanización de la política francesa), y la acusan de no tener posiciones políticas definas, así como de ser arrogante y deshonesta.
La razón de su éxito puede ser más pedestre: los votantes socialistas la apoyan porque piensan que puede ganar las elecciones presidenciales que la izquierda ha perdido ya dos veces consecutivas. Sin embargo todavía es muy pronto para hacer predicciones sobre las presidenciales. Es importante recordar que en las dos últimas décadas el electorado francés se ha mostrado muy volátil y las estadísticas poco fiables. En el otoño de 1994 Jacques Chirac era el tercero en las encuestas por detrás de Jacques Delors y Eduard Balladour, y luego ganó las elecciones en mayo de 1995.
Sebastián Royo. Decano de la Universidad de Suffolk en Boston, director de su campus en Madrid, y codirector del seminario de Estudios Ibéricos del Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard