El reto del empleo juvenil
La tasa de empleo juvenil en España se ha situado por encima de la media europea. Un dato positivo que no debe hacer olvidar, según el autor, los problemas de inserción laboral de los jóvenes, más expuestos a los cambios de coyuntura económica y en los que inciden especialmente los altos índices de temporalidad.
Quién nos lo iba a decir. Lo que en otros tiempos parecía una utopía ha dejado de serlo en lo que concierne a la tasa de empleo de los jóvenes menores de 25 años. En el caso particular de España su evolución ha sido tan favorable (incremento de 2,5 puntos porcentuales durante 2005), que dicha tasa de empleo se ha situado por encima de la media europea, es decir, en nuestro país hay más jóvenes trabajando que en Europa. Así, a finales de 2005, la tasa de empleo es del 42%, según el Instituto Nacional de Estadística, frente al 40% de la Unión Europea de los Quince, según Eurostat, y muy por encima de países como Suecia (35%), Francia (33%), Bélgica (30%) e Italia (26%).
Sin embargo, todos estos datos tan positivos no nos deben hacer olvidar que los jóvenes tienen problemas de inserción laboral en la gran mayoría de los países, incluido el nuestro. De hecho, sufren una gran desigualdad: sus tasas de desempleo, en cualquier país desarrollado, son siempre el doble que las de la población en general, tanto para el caso de los hombres como para el de las mujeres.
Por otra parte, las modalidades de trabajo flexible para los jóvenes trabajadores han ido en aumento en muchos países de la UE en particular, sobre todo en nuestro país, donde la incidencia del empleo temporal es mucho mayor que la media europea. En cualquier país del ámbito de la Unión Europea la tasa de temporalidad es superior al 30%, el doble que para la población en general. La excesiva temporalidad se convierte en uno de los principales desequilibrios del mercado laboral, lo que nos debe conducir a un análisis exhaustivo de la situación actual con el objeto de obtener un mayor equilibrio entre la flexibilidad y la seguridad en un entorno socioeconómico y productivo caracterizado por rápidos cambios. Pero sin perder de vista los dos pilares fundamentales que deben mantener el edificio de nuestra sociedad: el crecimiento económico de las empresas y la cohesión social.
Por otro lado, la falta de experiencia laboral es uno de los principales argumentos que se utilizan para justificar la deficiente inserción laboral de los jóvenes. Muchos de ellos están atrapados en un círculo vicioso: no encuentran trabajo porque carecen de experiencia y no pueden adquirir experiencia porque no es fácil que encuentren trabajo. Y ello, a pesar de que en términos generales están mejor preparados que la población de mayor edad. Por ello, esta sociedad no debe permitirse que este círculo vicioso continúe. Los jóvenes son nuestro valor más preciado, nuestro futuro.
Emplear a un joven se considera como un riesgo o se estima que los jóvenes carecen de suficiente cualificación profesional y por su puesto de la experiencia laboral adecuada. Los jóvenes son los más expuestos a los cambios de la coyuntura económica, ya que tienden a ser los últimos en ser contratados en los periodos de crecimiento y los primeros en ser despedidos en los periodos de recesión. En la mayoría de países, tanto desarrollados como en desarrollo, el principal reto sigue siendo el de facilitar la transición entre el mundo académico y el mundo laboral. Si bien es preciso destacar que el nivel educativo contribuye, en la mayoría de los países, a disminuir las tasas de desempleo de los jóvenes. El nivel de cualificación continúa siendo un buen escudo contra el paro.
Por ello, y como señala Jane Stewart, directora ejecutiva adjunta de Empleo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), 'aunque el aumento del empleo de la población en general es necesario, no es suficiente para mejorar la situación de los jóvenes en el mercado de trabajo. Deben tomarse medidas específicas para este colectivo'. No existe una manera única de resolver el problema del desempleo juvenil, ya que no hay una solución mágica. Esperamos que la actual reforma laboral (RDL 5/2006, de 9 de junio), para la mejora del crecimiento y del empleo, firmada por la Administración y los agentes socioeconómicos sirva para incrementar todavía más si cabe las posibilidades de empleo de los jóvenes, pero procurando que ese empleo pueda ser estable.
En conclusión, una generación sin la esperanza de un empleo estable constituye un lastre, no sólo para los jóvenes, sino también para toda la sociedad. Para responder al reto del empleo juvenil es necesario adoptar un enfoque de política coherente e integrado, en el que se incluyan disposiciones para la creación de empleos de calidad para dicho colectivo. Este planteamiento exige intervenciones de escala macro y micro, centradas en la oferta y demanda laborales, y que aborden el empleo desde el punto de vista tanto de la cantidad como de la calidad.