La piedra filosofal
Se sucedieron las generaciones de alquimistas durante toda la Edad Media en la búsqueda interminable de la piedra filosofal, capaz de transmutar en oro toda materia que entrara en contacto con ella. Pero todo fue en vano hasta que en España ideamos el Estado de las Autonomías y se residenciaron las competencias urbanísticas en los ayuntamientos. De modo que ahora cada concejal de urbanismo de cada uno de los 8.000 municipios españoles guarda en su despacho un ejemplar de dicha piedra filosofal y puede transmutar cualquier terreno desértico o boscoso, de secano o regadío, del litoral o del interior, llano o escarpado, en oro.
La piedra filosofal es un lápiz de color que cambia la calificación urbanística y permite convertir todo en solares con coeficientes de edificabilidad que se multiplican según necesidades de los promotores para que todo quede alicatado hasta el techo. Las más míseras aldeas pasan a ser de la noche a la mañana emporios urbanísticos, cunden por doquier los campos de golf festoneados de viviendas por millares. Lo mismo al borde de las playas que en lo más árido de la meseta castellana, otrora 'polvo, sudor y hierro' como dijera el poeta cuando cantaba el exilio del Cid.
Asistimos así al fenómeno que para otra época describe el cineasta alemán Volker Schlöndorff en el film La repentina riqueza de los pobres de Kombach, de 1970, la película más representativa de la corriente Anti-Heimatfilm. Basada en las actas judiciales de 1825, narra cómo un grupo de campesinos pobres del land de Hessen consigue atracar una diligencia que transporta la recaudación de impuestos, aunque sus sueños de riqueza quedan incumplidos porque como dice uno de ellos 'un hombre pobre con dinero suscita sospecha'. Dos de los campesinos se suicidan, otros son ejecutados y sólo uno consigue escapar a América. El film plasma de manera magistral las emociones y sueños que se forjaron los pobres para perpetrar el asalto y ofrece la huella de las colaboraciones de Fassbinder, Von Trotta y Hauff.
Las más míseras aldeas pasan a ser de la noche a la mañana emporios urbanísticos y cunden por doquier los campos de golf festoneados de viviendas por millares
Claro que la evolución social ha sido acelerada y ahora que la Guardia Civil tiene a punto la creación de equipos especializados para la corrupción urbanística, según anuncia el director Joan Mesquida para el próximo enero mediante el destino de 200 agentes, los rastros han cambiado de sentido. Por ejemplo, el artículo 23 de la Cartilla del Guardia Civil de 20 de diciembre de 1845 decía que 'para llenar cumplidamente su deber, procurarán conocer muy a fondo y tener anotados los nombres de aquellas personas que por su modo de vivir holgazán, por presentarse con lujo, sin que se les conozcan bienes de fortuna y por sus vicios, causen sospecha en las poblaciones'.
Pero a la hora actual el modo de vivir holgazán y el presentarse con lujo sin tener bienes de fortuna en lugar de causar sospecha suscitan admiración y ocupan espacios de privilegio en los programas del famoseo de las televisiones.
La tarea de los 200 guardias civiles se nos antoja como la de aquel niño al que se refería San Agustín, que andaba en la playa empeñado en vaciar el mar con la ayuda de un cubo. Porque ¿cómo podrán hacer frente a los ejércitos de promotores, concejales, abogados, asesores, arquitectos, aparejadores, comisionistas, curtidos en mil asaltos que tienen enfrente, que además están provistos con medios ilimitados al servicio de los planes de los que esperan obtener beneficios sin cuento?
Sucede que el Estado se vacía con transferencias a la UE por arriba y a las comunidades autónomas y ayuntamientos hacia abajo. De forma que el Banco de España deja de tener en sus manos la política monetaria y cede la máquina de imprimir billetes, ahora de euros, al Banco Central Europeo. Pero al mismo tiempo se ha provisto a cada uno de los municipios de una máquina ad hoc para fabricar dinero con la entrega de las competencias urbanísticas, que vienen a cumplir la función de la piedra filosofal antes mencionada. Poderoso caballero es don dinero y las campañas electorales también hay que sufragarlas.
Miguel Ángel Aguilar. Periodista