Incertidumbre rusa
Moscú le ha revocado el permiso a Shell para explotar en la isla de Sakhalin una de las mayores reservas de gas y petróleo del mundo. El Gobierno de Putin aduce supuestas violaciones de la legislación medioambiental, pero la decisión huele más a burda argucia para otorgar el control del proyecto a la estatal rusa Gazprom. Rusia, como antes Bolivia, no sólo enfanga así planes de empresas, sino que, además, pone en peligro futuras inversiones en sus territorios.
La Comisión Europea, con razón, salió ayer en defensa de Shell para dejar claro a Moscú que las relaciones comerciales exigen el respeto al Estado de derecho y la legislación internacionales. La UE debe blandir su condición de principal cliente de los recursos energéticos del gigante ruso. Y recordarle que no se puede traicionar impunemente la mutua confianza entre un país sediento de inversión extranjera y las empresas que arriesgan allí millones en proyectos a largo plazo.