Duro acoso sindical a la política de Blair
Fuerte rechazo a las privatizaciones y al aumento de la edad de jubilación
Las críticas a la privatización creciente de los servicios públicos bajo el Nuevo Laborismo, desde la sanidad a la enseñanza, están marcando los debates que durante esta semana se celebran en Brighton, al sur de Inglaterra, con motivo del congreso general de los sindicatos británicos (TUC).
Los principales líderes de las organizaciones sindicales acusaron al Gobierno de Tony Blair de recurrir a una agenda reformista para desmantelar progresivamente el sector público con el argumento de que debe ser el ciudadano quien elija.
El sindicato de los servicios públicos Unison, uno de los mayores contribuyentes financieros a las arcas laboristas, presentó al congreso una moción en la que se denuncia la filosofía gubernamental según la cual la intervención del sector privado es fundamental para mejorar la calidad de los servicios.
'El mercado no debe tener cabida en los servicios públicos porque es nocivo, derrochador e injusto', asegura el texto de la moción.
El secretario general de Unison, Dave Prentis, advirtió que el 'Servicio Nacional de Salud está siendo amenazado de modo insidioso por el mismo partido que lo creó'.
Sin embargo, desde el Ejecutivo se insiste en que la contribución del sector privado es muy limitada y está ayudando, entre otras cosas, a reducir las listas de espera en los hospitales. Pero las organizaciones sindicales critican que a la vez que se favorece a las empresas privadas, se limitan las inversiones públicas en esos centros de salud.
Otra de las medidas que recibió las críticas más duras fue la intención del Ejecutivo de elevar la edad de jubilación a los 68 años.
Al mismo tiempo, los sindicatos llevan años reclamando que la pensión mínima se revalorice cada año al mismo ritmo que los salarios, medida que fue abolida por el Gobierno conservador de Margaret Thatcher en 1980 y no ha sido revocada por los Ejecutivos laboristas posteriores.
Y mientras arrecian las críticas de las distintas organizaciones sindicales, la Confederación de la Industria Británica ha hecho de cara a este congreso un llamamiento a los políticos a resistir a las presiones para que el Gobierno proceda a reforzar los derechos de los trabajadores. La patronal británica teme que las divisiones que han estallado en el Partido Laborista por las resistencias de Blair a adelantar el traspaso de poder a su eventual sucesor, Gordon Brown, hagan al Gabinete más vulnerable a esas presiones.
Los empresarios también se muestran inquietos ante las presiones sindicales para que el Gobierno renuncie al derecho de excluir a este país de las leyes europeas que limitan la semana laboral a 48 horas.
Esa exclusión es 'una pieza fundamental del mercado laboral flexible del Reino Unido', según recuerda la Confederación de la Industria Británica, firme defensora de que no se puede obligar a nadie a hacer horas extraordinarias, 'pero tampoco privarle de ese derecho'.
Escepticismo ante el relevo en el Ejecutivo
Uno de los atractivos que hace más interesante si cabe el congreso sindical, que se prolongará hasta mañana jueves, es que éste haya coincidido con la 'guerra civil', como llaman muchos, que vive el Partido Laborista, dividido entre los partidarios de Blair y los del cada vez más impaciente Gordon Brown. Esa crisis está dañando, según los sindicatos, al laborismo en su conjunto, ya que parece ser un enfrentamiento más de personalidades que de ideología, informa Efe. Patronal y sindicatos dudan que un futuro Ejecutivo de Brown vaya a representar un cambio de política, dado que el hasta ahora ministro de Hacienda ha sido corresponsable de la agenda reformista y privatizadora de Blair. 'Sería un milagro pensar que con Brown las cosas van a mejorar', señalan desde los sindicatos.