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Tribuna
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Obra social, ¿para quién?

Acaba de salir de prisión y quiere montar un puesto de flores. Siempre le han gustado y cree que tiene cierta gracia para montar los ramos. A Eva, ningún banco ni caja de ahorros le puede dar un préstamo para iniciar el negocio, ya que no dispone de bienes ni de familiares que la avalen. Cortó con ellos hace mucho tiempo y mejor así. Tampoco tiene experiencia más allá de que trabajó un par de años de joven ayudando en el puesto de su tía. Pero eso fue antes de meterse en problemas. Ahora necesita dinero y consejo. Dinero avalado solamente por sus ganas de salir adelante y consejo para no cometer ningún error de principiante que dé al traste con sus sueños de cambio.

Cuando María Asunción vino de Colombia a estudiar, sabía que la vivienda en España era cara -y al cambio aún más- pero no imaginaba que no le alcanzaría ni para pagarse un piso de estudiantes que estuviera un poco bien. Ahora vive con una mujer mayor que le facilita la vivienda a cambio de compañía. Tiene que compartir, al menos, una comida diaria con ella y dormir todas las noches en casa. Pero es una limitación que no le importa asumir ya que de hecho a lo que ha venido es a estudiar y Magdalena (81 años, viuda) ha resultado ser una persona amable que la trata como a una nieta y aparece con un café con leche 'bien cargado' cuando se queda a estudiar hasta tarde.

Magdalena tiene dos hijos con los que mantiene una buena relación. La mayor anda justa de espacio en casa con dos hijos adolescentes. El pequeño también está casado y sí que tiene espacio. Pero Magdalena lo tiene claro: no quiere ser una carga y quiere vivir todo el tiempo que pueda en su casa, independiente, a su aire. Que vengan ellos todo lo que quieran. 'Mi casa es la suya -piensa-, pero la suya no es la mía'. La convivencia con María Asunción ha supuesto un gran cambio. Nunca había pensado que tener a alguien en casa le iba a hacer tanto bien. Está más animada, piensa más en las comidas que va hacer… y ya no tiene miedo por la noche.

En ese pueblo de montaña de los Pirineos están encantados. A la dureza del clima se añaden problemas de infraestructura y un envejecimiento progresivo, pero al menos algo les ha salido bien. Tenían un dilema: vender o no vender. Los montes comunales acumulan una riqueza forestal que hay que explotar para ayudar a las arcas municipales pero, por otra parte, aman la montaña y saben que los bosques maduros son claves para la biodiversidad (seguramente no utilizan el término biodiversidad pero lo saben mucho mejor que los que lo utilizamos). Pues bien, finalmente han vendido los derechos de tala durante 25 años… ¡para no talarlos! y conservar el bosque. Los que les han comprado el bosque dicen que, además, les van a elaborar un plan de gestión 'a la europea'.

Microcréditos, programas intergeneracionales, programas medioambientales. Podríamos seguir hablado de casos de enfermos de Alzheimer y de sus familias, de proyectos de cooperación internacional, de becas para jóvenes intérpretes, de lo que sería del tercer sector sin la ayuda de las obras sociales de las cajas de ahorros… La obra social de las cajas de ahorros es para todos.

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