Perplejidad tras el espejo
Siempre he pensado que el nuestro es un país bastante surrealista. Lo cual tiene su gracia, como puso de manifiesto hace ya muchos años Luis Carandell con su Celtiberia Show. Pero últimamente los aspectos simpáticos e intrascendentes dejan paso a otros más preocupantes. A la vista de ellos, tengo que confesar que vivo sumido en una creciente perplejidad. Me da la impresión de que estamos pasándonos, imperceptiblemente, como consecuencia de las exageraciones de la corrección política y del buenismo, cuando no simplemente de la insensatez, al otro lado del espejo.
Veamos algunos ejemplos. El primero, referido al papel que están adoptando las garantías procesales en los procedimientos penales. La anulación de las escuchas telefónicas, por defectos formales en la aprobación o aplicación de las mismas, ha llevado a que queden impunes actuaciones delictivas escandalosas. Con ribetes, cómo no, surrealistas: un Tribunal ha tenido que afirmar que el maletín con el importe del soborno intervenido a uno de los imputados, debía ser considerado 'cosa de nadie' (res nullius), para evitar su devolución. Lo que no ha impedido, lógicamente, que el tal imputado haya dicho ya que pretende reclamarlo. El humor gráfico ha venido una vez más a editorializar sobre el asunto: una viñeta nos mostraba una intervención policial sobre el portador de un maletín con el importe de un cohecho, al que se le advertía que tenía derecho a un abogado, pero que si no se lo podía costear se le facilitarían unas escuchas telefónicas.
Parece, en ocasiones, que tenemos un sistema de garantías más dirigido a salvaguardar la impunidad del delincuente, o a hacer más difícil su condena, que a permitir la persecución y castigo del delito, con plena garantía de los derechos individuales. Los juristas amantes de las orgías formales podrán felicitarse porque el sistema sea capaz de aplicar las garantías hasta esos extremos, pero el común de los ciudadanos no podrá salir del desconcierto y de la desazón.
Da la impresión de que nos estamos pasando al otro lado, como consecuencia de las exageraciones de la corrección política y el buenismo
Otro ejemplo nos lo da la evolución de las actitudes policiales, que en algunas ocasiones parece que persiguen más asegurar el 'buen trato' al delincuente que la protección del ciudadano. Hace algún tiempo dediqué un comentario satírico a la iniciativa de una comunidad autónoma de establecer un baremo para valorar la 'calidad' de las actuaciones policiales: en ese baremo ninguna referencia se hacía a la prontitud de la respuesta policial o a la efectiva tutela de los derechos ciudadanos, sino que la calidad de las detenciones se hacía derivar del trato dado a los presuntos delincuentes y de las consideraciones tenidas con los mismos.
Me vino a la mente este comentario cuando leí que la actuación de un ciudadano que persiguió y detuvo al autor de un tirón, reteniéndolo hasta que llegó la policía (a la que él mismo avisó), degeneró en un abierto enfrentamiento entre los agentes y el ciudadano, que provocó incluso, por la implicación de otros testigos, la intervención de fuerzas antidisturbios, todo ello, supongo, con gran regocijo del presunto delincuente.
Y si cambia el papel de la policía, qué podemos decir del ejército. Parece que estamos a punto de descubrir unas nuevas fuerzas armadas que sólo podrán operar en situaciones carentes de riesgo. De la noticia de hace algunos días relativa al ataque, en Afganistán, a una patrulla española, me llamó la atención particularmente la actitud de la misma: tiroteados los dos vehículos blindados por otro que se dio a la fuga, 'la patrulla regresó inmediatamente' a su base logística. Menos mal que los militares eran de la 'fuerza de reacción rápida', que si no igual le hubieran ofrecido a los atacantes la posibilidad de volver a disparar. Como sigamos así, en las academias militares se terminará enseñando que las armas las carga el diablo y que, por tanto, mejor ni tocarlas.
Compendio y quintaesencia de todo ello es, quizás, esta última noticia. Denunciado por los ecologistas que 'un grupo de 15 a 20 pesqueros marroquíes vienen faenando a unas seis millas al suroeste de Tarifa con artes prohibidas por la Comisión Europea y dentro de la Zona Española de Protección Pesquera', el MAPA aclara que todos los años monta un 'dispositivo de vigilancia especial' para prevenir esta actividad. Y que 'este año ha detectado la presencia de los buques denunciados, por lo que se le ha comunicado a las autoridades marroquíes, a través de nuestra embajada, con el fin de que indiquen a sus barcos que deben respetar las aguas españolas. En el supuesto de que las embarcaciones marroquíes persistan en su actividad, serán debidamente sancionadas'.
¡Qué gallardía! ¡Qué coraje! ¡Qué compromiso con la defensa de nuestras aguas y de nuestros derechos! Esto sí que es talante y no de el de esos arriscados países nórdicos que detienen a nuestros pesqueros por un quítame allá esas capturas. Lo nuestro es más delicado, y no va más allá de pedirle educadamente a los infractores que respeten las aguas españolas, porque si siguen sin respetarlas (¿un día?, ¿una semana?, ¿un mes) igual nos terminamos enfadando y hasta les sancionamos. Podemos dormir tranquilos.