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Huracán

Un año sin superar del todo el Katrina

Hace justo un año, los diques del lago Pontchartrain en la ciudad de Nueva Orleans cedieron ante Katrina. Era un huracán de categoría cinco, cuyos vientos arrasaron buena parte la costa del Golfo de México, destrozaron 46 plataformas petrolíferas, inutilizaron buena parte de las refinerías y dejaron anegado el 80% de Nueva Orleans. Tras su paso quedó al descubierto la pobreza de una zona dominada por la comunidad negra.

Un año después parece que el tiempo ha pasado lentamente porque aunque se emerge de la tragedia, que dejó 1.800 muertos, su rastro sigue ahí. Sobre todo en Nueva Orleans, a la que solo ha vuelto la mitad de sus 485.000 habitantes.

El 70% de los escombros de la cuna del jazz han sido recogidos, más de la mitad de los hoteles han abierto y el Distrito Francés, que no quedó afectado, está a pleno funcionamiento. Aunque solo el 17% de los autobuses funcionen, el gas llega apenas al 41% de las viviendas y están abiertos la mitad de los hospitales y colegios, Nueva Orleans no ofrece la imagen de una ciudad destruida hasta que se llega al Distrito Nueve.

En esta zona, que nunca ha figurado en las guías, era en la que se concentraba la mayor parte de la pobreza. Y queda mucho por hacer. La ausencia de muchos vecinos complica una labor que comienza con el derribo de las casas que medio derruidas no sean reclamadas por nadie. Allí es donde están los escombros. Muchos de los desplazados que han intentado rehacer sus vidas en Nueva Inglaterra o Tejas, no tienen intención de volver, a pesar de que sea necesaria la mano de obra para la reconstrucción. La ciudad cambia de color porque los que se quedan suelen ser blancos.

Además de los problemas con las aseguradoras, una de las razones por la que la reconstrucción no ha tomado fuerza es porque el Gobierno aprobó los fondos para la reconstrucción de viviendas en junio. Hasta que se ponga en marcha el procedimiento para acceder a ellos, pueden pasar meses. En total, Washington ha comprometido 110.000 millones de dólares (85.000 millones de euros) para reconstruir el Golfo. De ellos se han gastado 44.000 y la mayor parte se ha destinado a las labores más acuciantes. La llegada de los fondos ha sido lenta por la burocracia, la falta de un plan claro de reconstrucción y por el fraude en la gestión de los mismos.

La eficiencia de los fondos ha sido más fructífera en otras ciudades de Misisipí porque en este Estado se dio luz verde a la actividad de los casinos y el dinero fluye, aunque quedan muchos pueblos fantasma. Las petroleras, gracias a sus beneficios, han podido arreglar el destrozo aunque en junio, según aseguraba el último parte de la Administración, se observaba que aún faltaba el 10% de la producción de gas y crudo.

En Nueva Orleans, además de 700 millones de dólares comprometidos por la cadena hotelera Hyatt y un proyecto de Donald Trump, llega poco dinero. La ciudad quiere revivir con el turismo, los cruceros y las convenciones. Ya ha habido una y se prepara otra en marzo. Pero se necesita más. Las pymes, restaurantes y bares, agonizan para no quebrar.

El viento que tumbó la segunda legislatura de Bush

George Bush estaba de vacaciones y Condoleezza Rice compraba en la Quinta Avenida de Nueva York mientras el país veía en directo la desesperación de los afectados por el huracán para mantenerse con vida. En una incursión en el mundo de lo absurdo, el director del departamento de Seguridad, creado tras el 11-S, cuestionaba las imágenes de la televisión. Washington tardó días en reaccionar y dejó comprometida la imagen de persona compasiva del presidente.Fue el momento en el que se tumbó la agenda de la segunda legislatura. Compromisos, como la reforma de las pensiones o la medicina, fueron retirados de la lista de prioridades. Tras Katrina, el nivel de aceptación de Bush cayó en picado para no recuperarse. Ahora Irak le atosiga, pero sobre Bush, primero pasó el huracán.

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