En defensa del equipaje de mano británico
El 10 de agosto fue un día de caos en los aeropuertos británicos. Se cancelaron cientos de vuelos y las colas se extendieron horas mientras que pasajeros perdidos y sin rumbo deambulaban por las terminales. Esa respuesta, a un horripilante plan terrorista, era necesaria. Pero las medidas de seguridad implementadas ahora son poco prácticas y contraproducentes (...). Los nuevos requisitos de tamaño más pequeño para el equipaje de mano no tienen sentido a largo plazo: es más fácil registrar éstos bolsos en un momento de crisis, pero las posibilidad de que contenga una bomba no es menor (...).
La responsabilidad de los ministros es proteger a los ciudadanos pero (...) deben sopesar la seguridad con el coste. El coste no son sólo los retrasos individuales sino también los daños al Reino Unido como centro del transporte y como lugar de negocio. Unas medidas de seguridad más severas, sin embargo, son necesarias (...). Los chequeos deben seguir un plan coherente (...). La elaboración de los perfiles de sospechosos debería ser un instrumento en negativo, que descarte a los que tienen pocas posibilidades de ser terroristas (...).
Se necesita más seguridad (...). Pero todo esto no puede hacerse a expensas de un inocente, el mejor amigo del viajero: su pobre e inocente equipaje de mano.