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Tribuna
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Brasil: orden y progreso

Acaba de comenzar oficialmente la campaña electoral de las elecciones presidenciales brasileñas que tendrán lugar el próximo 1 de octubre y en las que el actual presidente Luiz Inácio Lula da Silva, líder del centro-izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) busca su reelección. Sus principales competidores son Geraldo Alckmin, gobernador del Estado de São Paulo (el de mayor población e industrialización del país) y candidato del Partido Socialdemócrata (PSDB), y Heloísa Helena Lima de Morales, senadora y candidata por el izquierdista P-SOL, que fue expulsada del PT en 2003 por criticar las políticas económicas de Lula.

Las encuestas dan como claro favorito a Lula con un 46%-48% de los votos, frente al 20%-24% de Alckmin, y el 9%-12% de Heloísa Helena. De confirmarse estos pronósticos Lula ganaría fácilmente en la primera vuelta y evitaría una segunda vuelta el 29 de octubre. Sin embargo, la campaña no ha hecho más que comenzar.

El récord económico de Lula es positivo. Pese a las preocupaciones que supuso su elección, dado su perfil izquierdista y su larga trayectoria en el movimiento sindical, el Gobierno de Lula ha mantenido la política económica de su antecesor, el socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso. Durante su mandato se han mantenido las políticas monetarias restrictivas para contener la inflación y la estabilidad macroeconómica. El Gobierno ha aumentado los objetivos de superávit presupuestario de su antecesor (han pasado de un 3,75% del PIB a un 4,25%), y no sólo los ha cumplido sino que los ha excedido. Estas políticas han aumentado la confianza de los inversores, y reducido las expectativas de inflación y desempleo. Además, la mejora de las exportaciones (impulsadas por la venta de alimentos y materias primas como la soja, la carne, el azúcar, o los metales a países como China) ha llevado a superávits en la balanza de cuenta corriente.

Al mismo tiempo el Gobierno ha desarrollado nuevos programas para combatir la pobreza, confirmando su compromiso social. Por ejemplo, a través del programa Bolsa Família 9,4 millones de familias brasileñas reciben una media de 64 reales (23 euros) a cambio de que los niños vayan al colegio. Este objetivo se ha visto favorecido por la baja inflación, que se ha reducido de un 12% en 2002 a un 4,5%, lo que ha hecho posible que los precios de la comida o las medicinas hayan bajado.

Las mayores críticas contra el Gobierno son los bajos niveles de crecimiento, el incumplimiento de crear 10 millones de puestos de trabajo (se han creado 3,4 millones), y sobre todo la corrupción, ya que asesores muy próximos a Lula y líderes de su partido se han visto salpicados por un grave escándalo de corrupción de financiación ilegal y compra de votos en el Congreso.

Los grandes retos para el próximo presidente siguen siendo cómo aumentar los niveles de crecimiento y resolver las grandes desigualdades. Durante la última década Brasil ha crecido sólo un 2,2% de media, un nivel mucho menor que el de otros países emergentes (particularmente en Asia) y claramente insuficiente para resolver los problemas sociales, que requieren un crecimiento sostenido de entre un 4%-6%.

Las barreras al crecimiento están claras: la deuda pública sigue siendo alta (un 50% del PIB); el gasto público es también alto y sobre todo está muy mal distribuido (fundamentalmente hacia las pensiones y la Administración pública); los niveles impositivos son también relativamente altos para hacer frente al gasto público (un 39% del PIB, equivalente a los del Reino Unido pero el doble de otros países Latinoamericanos), y las empresas encuentran importantes obstáculos para crecer: alto coste del capital, inadecuadas infraestructuras, falta de estabilidad en el marco regulatorio o inflexibilidad de la legislación laboral. El multipartidismo, la falta de disciplina interna de los partidos, y la fragmentación en el congreso, hacen muy difícil aprobar reformas sustantivas en áreas como el mercado laboral, los impuestos, o la seguridad social.

El principal reto para Alckmin será convencer a los votantes de que tiene un programa alternativo al de Lula y que llevará a cabo las reformas estructurales que necesita el país para crecer más rápidamente. Tiene reputación de buen gestor y sus logros como gobernador de São Paulo ha sido muy positivos: su Gobierno convirtió un déficit público del 25% en superávit, reformó el sector público, redujo los impuestos y aumentó la inversión pública en infraestructuras e inversión en el sector privado. En su programa enfatiza la necesidad de atraer inversión productiva para crear empleo, y para ello se compromete a reformar el sector público, reducir los impuestos, aumentar el ahorro para reducir la deuda pública; y redirigir el gasto público hacia las infraestructuras en cooperación con el sector privado. Su falta de carisma y lo poco conocido que es fuera de su Estado harán más difícil su objetivo de derrotar a Lula.

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