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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los números de la inmigración

La población empadronada en España a 1 de enero de este año era de 44,39 millones de personas, de los que 3,88 millones eran extranjeros, casi el 9% del total. El crecimiento demográfico experimentado en los últimos doce meses es, sin embargo, de los más limitados de los últimos ejercicios, a juzgar por los datos proporcionados por Estadística. Sólo se ha registrado el alta de 133.000 nuevos españoles y 154.000 nuevos extranjeros. Pero Estadística admite que el incremento neto de extranjeros fue de 647.000 en 2005, colectivo del que resta otro de 494.000 inmigrantes que no han renovado su empadronamiento y que deberían haberlo hecho.

En caso de contabilizar este voluminoso colectivo, la población que habita en España se elevaría hasta cerca de 45 millones, con 4,37 millones de inmigrantes, el 9,74%, cifras que seguramente se acercan más a la realidad. El encargado de contabilizar la población con los datos municipales ofrece un saldo aplicando estrictamente la legislación, pero no desconoce que medio millón de personas en situación de alta en los padrones municipales, y de manera muy mayoritaria concentrados en Madrid, no pueden evaporarse, ni siquiera estadísticamente, de un día para otro.

La inmigración es un fenómeno trascendental en España, tanto social como económico, como para jugar con ella a los números. Los ayuntamientos deben acelerar la renovación de los padrones y depurar si es preciso de las cifras a cuantos afectados hayan abandonado la órbita municipal. Y la autoridad estadística, practicar una renovación de sus cuentas más dinámica para ofrecer una fotografía ajustada de la realidad que empieza a aparecer como una de las primeras inquietudes de la sociedad. Alcaldes y gestores autonómicos no pueden pretender reajustes en los flujos financieros hacia sus Administraciones para atender a las nuevas necesidades creadas por la demografía si se hurta su conocimiento, aunque sea por inadvertida mala gestión. Para administrar las necesidades de una sociedad hay que conocer su dimensión exacta.

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