El egoísmo rompe Doha
El llamamiento del G-8 para que se acelerase la negociación tendente a liberalizar el comercio mundial agrícola, industrial y de servicios no ha servido para nada. La reuniones de urgencia llevadas a cabo los diez últimos días en Ginebra bajo la batuta del director general de la Organización Mundial del Comercio, Pascal Lamy, han sido inútiles y ahora se corre el riesgo de que pasen meses, o quizá años, para que la negociación se retome con alguna garantía.
La posición enrocada de EE UU y la UE de mantener subvenciones a la producción agraria y aranceles a la entrada de productos de países emergentes es el principal obstáculo para liberalizar y multiplicar el comercio, que es la principal vía para sacar del subdesarrollo a centenares de miles de pobladores de la Tierra. El fracaso de los negociadores debe desbloquearse con un impulso de los políticos con visión estratégica, dejando de lado los egoístas intereses locales.