Nuevo intento de salvar el comercio
Los primeros responsables de las seis grandes potencias mundiales en materia comercial intentar cerrar en Ginebra las bases de un acuerdo multilateral para liberalizar los intercambios entre los 149 miembros de la Organización Mundial del Comercio. Por mandato expreso del G-8, que se reunió en San Petersburgo el pasado fin de semana, los negociadores, conducidos por Pascal Lamy, apuran una primera ronda de contactos para que antes de que termine el año el mapa regulatorio del comercio internacional, la conocida como Ronda de Doha que se inició en 2001, haya limpiado varios de los obstáculos que hoy limitan el volumen de transacciones, e impiden el progreso natural de los países más pobres y de las economías emergentes.
Todas las decisiones liberalizadoras impulsadas en el pasado han dado unos resultados excelentes cuantitativa y cualitativamente, y han sacado de la pobreza a centenares de miles de personas. El grado de globalización que ha alcanzado la economía mundial convierte en una reliquia las barreras comerciales. Tanto las que los países emergentes imponen a la entrada de productos industriales y servicios procedentes de las economías manufactureras más dinámicas, como las que vía subsidios o aranceles ponen Japón, Estados Unidos, Europa o Australia a la llegada de la producción primaria de los países menos desarrollados.
Por tanto, el compromiso de los negociadores comerciales debe llegar hasta eliminarlas, o al menos reducirlas de forma significativa. Así, las ventas de los emergentes y países pobres, encuadrados en el Grupo de los 20 y liderados por Brasil e India, crecerán, y en ellos su renta disponible. Esta se destinará a la compra de bienes industriales y servicios generados en el primer mundo, siempre que una reducción de las barreras de entrada los convierta en asequibles. En definitiva, menos subsidios y menos aranceles significa menos precio. La consecuencia lógica e inmediata es un mayor intercambio y un mayor reparto de la riqueza.