Recta final para la CNE
El análisis de la Comisión Nacional de la Energía (CNE) de la opa de Eon sobre Endesa ha entrado en su recta final. Y lo ha hecho, como ya ocurriera en el caso de la oferta de Gas Natural sobre la eléctrica que preside Manuel Pîzarro, en medio de un ambiente absolutamente enrarecido y altamente politizado, en el que las asperezas dentro del organismo regulador sólo son superadas por la cada vez más tensa relación entre el Gobierno español y la Comisión Europea en este asunto.
La encrucijada en la que se mueven los consejeros de la CNE aconseja la máxima prudencia y un extremo rigor a la hora de articular el fallo final, puesto que el documento que nazca del más que previsible enconado debate dentro de la organismo será sometido a un severísimo análisis por todas las partes afectadas. Incluso con riesgo casi cierto de recursos ante los tribunales españoles o ante instancias comunitarias.
De momento, todo apunta a que la resolución de la Comisión Nacional de la Energía se inclinará por establecer duras condiciones al gigante energético alemán, pero descartando el veto. Si fuera así, los observadores sostienen que podría abrirse la posibilidad de un pacto a varias bandas.
En cualquier caso, lo deseable sería que el culebrón en el que se ha convertido el futuro de Endesa acabase con una fórmula en la que ni la libertad de empresa ni la capacidad de los Gobiernos para velar por el control, la salvaguarda y la calidad de funcionamiento de los sectores estratégicos salgan con más heridas de las ya recibidas.
Esta batalla se produce, además, en un escenario en el que se está jugando algo más que el control de una empresa o de un mercado. Lo que está sobre el tapete, el diseño del modelo energético del futuro, pero a nivel europeo y mundial. Por ello, los acercamientos de la propia Eon con la rusa Gazprom o el papel estelar que está empezando a jugar el Gobierno de Vladimir Putin son tan significativos. Esperemos que los árboles nos dejen ver el bosque.