Espacio compartido en Vueling
Carlos Muñoz dirige la línea aérea de bajo coste sin hacer concesiones al lujo
Carlos Muñoz (Murcia, 1969) fundador y consejero delegado de la línea aérea Vueling, sigue volando al menos dos veces al mes con su compañía sin tener nada que hacer en la ciudad de destino, 'sólo para vivir en primera persona la experiencia que damos a bordo'. En esas ocasiones suele coger el comunicador que utiliza el personal de cabina para dirigirse a los pasajeros y, tras darles la bienvenida a bordo, les dice: 'Soy fundador y consejero delegado de esta compañía, si alguien quiere hacerme alguna sugerencia estoy en la fila tres'. El detalle es una muestra de la filosofía de una empresa que este mes celebra sus dos años de vida: cercanía al cliente, transparencia y eficacia.
En el despacho de Muñoz sigue vigente esa misma filosofía. De hecho, no es un despacho al uso, no está delimitado por cuatro paredes, sino que se trata de la esquina de una amplia zona sin tabiques en la que trabaja la cúpula directiva de la aerolínea. Pero el diseño de este espacio no se hizo de manera consciente. Muñoz escogió un edificio del polígono Mas Blau ubicado justo al lado del aeropuerto de El Prat para instalar la sede de Vueling por lo práctico que resulta su cercanía al aeropuerto. Empezaron a trabajar cuando el espacio todavía no estaba compartimentado. Un día llegaron los operarios dispuestos a realizar las divisiones, Muñoz miró a su izquierda, donde trabaja Lázaro Ros, el cofundador de la compañía, y entre los dos decidieron que seguirían así, sin tabiques. 'Además, se aprovecha muchísimo mejor el espacio, lo que en una compañía de bajo coste es muy importante', bromea Muñoz.
Vueling será pronto un caso para explicar en las escuelas de negocio, una de esas pocas ocasiones en la que la realidad supera el plan previsto inicialmente. La compañía aérea soñó con tener una flota de veinte aviones en un plazo de cuatro años. Ahora, cuando acaba de cumplir dos, ya cuenta con una de catorce y prevé adquirir dos aeronaves más antes de fin de año. Muñoz no había tenido antes de esta experiencia nada que ver con el sector de la aviación. MBA por la Universidad de Harvard, trabajó varios años para la empresa familiar AMC, a la que volvió tras un paréntesis como consultor de McKinsey en EE UU.
La culpa de que fundara Vueling la tiene Eduardo Fairén, el ahora director de operaciones de vuelo, que convenció a Muñoz de que había hueco en el mercado para una línea de bajo coste con sede en Barcelona. 'La historia sonaba bien', dice Muñoz, 'ninguna de las cuatro compañías que operaba en España tenía su sede en Barcelona'. Era diciembre de 2002 y en julio de 2004 volaba el primer avión. Lo primero que hizo Muñoz después de hablar con Fairén fue un listado de tres candidatos a convertirse su primer socio en el negocio. La lista la encabezaba Lázaro Ros, pero Muñoz ya no tuvo que contactar con los otros dos porque el actual director de la compañía, con una experiencia de veinte años en la gestión de líneas aéreas, también vio claro el proyecto desde el principio.
Entre los dos reclutaron desde Madrid un equipo de once personas (cuatro de Madrid, cuatro de Palma de Mallorca y tres ingleses), todos dispuestos a instalarse en Barcelona. Ese fue uno de los puntos que más le gustó a los inversores americanos. 'Aquí no es tan habitual que nos desplacemos a donde está el negocio, sino que nos empeñamos en crearlo donde estamos nosotros. Les gustó que nuestro caso no fuese así'.
La plantilla actual de la compañía es de 620 personas. 'Ganas, entusiasmo, ilusión', son las características que Muñoz más valora en ellos, 'el conocimiento es más fácil de adquirir'. Vueling nació con la aspiración de convertirse en 'una línea exitosa del suroeste de Europa'. De momento, están en camino de conseguirlo. Mientras tanto Muñoz lucha por conseguir que todos sigan creyendo en el proyecto y que no les resulte difícil ir a trabajar cada día: 'Es difícil conseguirlo, pero yo quiero que esto deje no deje de ser nunca un sueño colectivo'.
Aviones y una caricatura
Todos los objetos que se encuentran en el área de trabajo de Carlos Muñoz, consejero delegado de Vueling, sirven para algo. La funcionalidad no deja espacio para hacer concesiones a la decoración y ni a nada que pueda proporcionar pistas sobre su vida personal: únicamente una foto en la que aparece con su mujer, a la derecha del monitor. El resto de objetos está relacionado con la compañía. En la pared, por ejemplo, cuelgan varios documentos curiosos: la encuesta de la calidad que respondió Jaime Mayor Oreja cuando se le requirió al azar por viajar a bordo de un avión de Vueling o el primer correo electrónico que recibió de un cliente, en julio de 2004, felicitándole por la creación de la compañía.En una esquina se ve a su caricatura volando con maletín en una mano y un avión en otra, muy cerca de dos gorras azules, una con la leyenda de Airbus y otra con la de JetBlue, que son sus objetos preferidos. 'Sin ninguno de ellos podríamos ser lo que somos', dice Muñoz.En la repisa de los muebles se agolpan los premios que a pesar de su juventud ha recibido Vueling y varias maquetas de aviones de la compañía. Muñoz muestra con cariño la placa que conmemora la inversión inicial de 30 millones de euros en la que participaron el grupo Planeta, la sociedad de capital riesgo Apax Partners y un grupo de directivos de la línea aérea norteamericana JetBlue.