La Bolsa no toma vacaciones

Atascos, algún que otro corte de luz, mucho calor y un ritmo cansino en las oficinas. La rutina del verano llega muy poco a poco a los quehaceres diarios pero, como quiera que a todo hay que ponerle un número, una fecha, la época estival puede empezar el primero de julio y sus síntomas se agudizan a partir del 15 de este mes.

A efectos bursátiles los calores del verano traen en ocasiones dolores de cabeza. Los meses estivales se caracterizan por menos volumen de negocio, menos liquidez en las Bolsas y, en consecuencia, más riesgo de volatilidades altas. Así que a veces pintan bastos, pero en otras ocasiones se habla del rally de verano, que es como decir las subidas del verano, pero en inglés.

El perfil que han adoptado los mercados desde principios del mes pasado no invita a pensar en un verano largo y plácido. La Reserva Federal de Estados Unidos mantiene su espada de Damocles sobre la cabeza de los inversores y, de hecho, los mercados de futuros anticipan más subidas en el precio del dinero. Se antoja una buena excusa para cuando a los operadores de futuros se les ocurre operar en corto y tumbar los mercados.

Pero también puede ocurrir al contrario. Como quiera que los datos de inflación son, a pesar de la labor de desestacionalización que llevan a cabo la agencias estadísticas, estacionales en cierto modo, no sería de extrañar que se viese una contención de los precios a lo largo del verano. Lo que, supuestamente, vendría a ayudar a los optimistas en la medida en que podría restar presión a la Reserva Federal. Que, como los inversores saben, es prácticamente el último elemento del panorama financiero capaz de determinar por sí sólo el comportamiento de los mercados.

Sea en un sentido o en otro, lo cierto es que las condiciones de partida indican que el verano será movido. Afortunadamente la Bolsa ha mitigado en las últimas sesiones la volatilidad con la que empezó el mes pasado, lo que puede ayudar a calmar el ánimo de cara al periodo estival.