Regulación flexible en 'telecos'
Cuando en 2002 la UE remataba cinco años de negociaciones sobre el nuevo marco regulador del sector de las telecomunicaciones, un empresario sueco y otro danés buscaban inversores para explotar un programa de software (voice over internet protocol) que permite hablar por teléfono a través de internet. Cuatro años después, los dos esfuerzos presentan un balance muy desigual. Bruselas se vio obligada la semana pasada a lanzar otro ingente ejercicio legislativo para actualizar una regulación que se ha quedado anacrónica. La empresa que Niklas Zennstrom y Janus Friies crearon finalmente con ayuda de un inversor de Silicon Valley, y bautizaron como Skype, dice contar hoy con 100 millones de suscriptores, el programa está disponible en 27 idiomas y la multinacional estadounidense Ebay pagó gustosa el año pasado 1.600 millones de dólares por hacerse con ella.
La lentitud administrativa se rinde finalmente ante el empuje empresarial. Y hoy la Comisión Europea plantea su reforma reguladora aceptando que las viejas redes de las compañías de telecomunicaciones serán sustituidas, entre otras fórmulas, por tecnologías como el Protocolo de Internet (IP) que sirve de base a Skype.
La Comisión acierta al aceptar que la vertiginosa evolución tecnológica hace imposible acotar en un marco rígido el presente y el futuro de este sector. Bruselas debe adoptar principios reguladores, como la neutralidad tecnológica o el acceso de terceros a las infraestructuras, que mantengan su vigencia cualquiera que sea el derrotero de una industria en rápida renovación.
Las propuestas de la comisaria europea de Sociedad de la Información, Viviane Reding, parecen apuntar en esa dirección, pero no cabe descartar que el entramado legislativo de la UE depare al final otro marco regulador de corta vida. Bruselas debe renunciar a estos desgastes legislativos y optar por una regulación maleable, como ha hecho en el caso de los mercados financieros con el llamado método Lamfalussy. La flexibilidad, además, debe ir acompañada de mayor armonización, para lo que sería muy conveniente la creación del regulador europeo que ha propuesto Reding.