Modernidad y amplitud en Saglas
Fernández-Estrada dirige la constructora familiar desde un espacio funcional
Es un espacio moderno que contrasta con el desamparo paisajístico de los alrededores del edificio donde se ubica la constructora Saglas, en el madrileño distrito de Vicálvaro. Las oficinas son modernas, amplias y luminosas. Y el despacho que ocupa su presidente, Juan Antonio Fernández-Estrada, madrileño, de 41 años, es generoso en metros cuadrados y en luminosidad. El contorno de la habitación es un amplio ventanal. De la decoración no se ha ocupado él, sino un familiar arquitecto.
Lo que sí tuvo en cuenta fue la recomendación que le hicieron sus empleados para no que no escatimara amplitud en el despacho. 'Me lo pidieron porque decían que el jefe tiene que tener buena imagen entre sus clientes', afirma Fernández-Estrada, un ejecutivo con unos principios muy simples de gestión. Asegura que suele aplicar el sentido común y que no es necesario ningún manual de escuela de negocios para llevar a buen puerto una compañía. 'No me ha sido difícil dirigir esta compañía porque, cuando el negocio va bien, todo es fácil'.
Juan Antonio Fernández-Estrada tuvo que tomar las riendas de Saglas cuando falleció su padre, Antonio, el fundador de la compañía. Llevan 40 años trabajando en obra civil en Madrid y en el mantenimiento de autopistas, y recientemente se ocupan, junto a otras constructoras, del sostenimiento del aeropuerto de Barajas. Desde pequeño está vinculado a la empresa. De hecho, comenzó a estudiar ingeniería de caminos y, más tarde, ingeniería técnica de obras públicas, pero no finalizó ninguna. 'Me metí en la vorágine del trabajo y dejé los estudios. Por tanto, al estar tan familiarizado con el negocio, no me ha sido difícil, aunque fue a la fuerza, porque en aquel momento no había otra persona dispuesta dentro de la familia para coger las riendas'.
'No hay años suficientes para que la segunda generación de una familia acabe con una empresa sólida'
Sin duda, lo más complicado ha sido la gestión de las personas. 'Saber acertar, y sobre todo saber lo que puede aportar cada uno de los empleados a la empresa, es lo más complicado'. Con el crecimiento de la empresa es 'cuando empieza a haber más parapetos y las decisiones son más difíciles de tomar'. Lo que también reconoce, con una humildad que le ennoblece, es que no se parece a su progenitor. 'No tengo ni su empuje ni su capacidad. Conozco mis carencias, sobre todo con la gente. Por ejemplo, mi padre era muy paternalista y yo no lo soy', afirma este ejecutivo, al que le gustaría que le vieran como un 'buen jefe, pero sobre todo profesional'.
Asegura que las segundas generaciones de las empresas familiares no deberían agobiarse porque lo único que tienen que hacer es una gestión de continuidad, pero a la vez seguir creciendo. 'No hay años suficientes para que la segunda generación acabe con una empresa sólida. De lo único que hay que preocuparse es de hacer las cosas lo mejor posible', afirma Fernández-Estrada.
No le preocupa en exceso el tema de la sucesión, aunque asegura que le encantaría que su hijo siguiera con la tradición familiar. Pero si no ocurre así, no descarta una fusión, absorción o abrir la puerta a capital externo. 'Para crecer es fundamental tener cierto volumen. A mí lo que me preocupa es que la empresa crezca, no me importa en qué manos esté. No veo prioritario que haya una tercera generación, pero sí que Saglas sea una gran constructora en este país'. Por tanto, tampoco cree en los protocolos familiares. 'Sí estoy a favor de regular algunos temas que pueden ser perjudiciales para la empresa, pero en lo único que creo es en la gestión. En una empresa lo único que hay que hacer es aportar cosas'.
Asegura que si por algo se caracteriza su estilo de dirección es por el trato directo. En Saglas acceder al presidente es fácil.
Bolas de golf para un no jugador
El despacho está impecable. El orden se impone. Y no falta detalle, aunque su inquilino asegura que todavía le falta algún cuadro o un sofá moderno. Desde la ventana puede observar uno de los objetos a los que más cariño tiene porque forma parte de la esencia de Saglas: una apisonadora de carbón, con la que su padre comenzó el negocio.Los libros que guarda son de lo más variopinto: desde una recopilación de tabernas, hasta la historia de los aeropuertos, el Atlas histórico de Madrid. También guarda una caja de puros que le regaló un tío suyo y un hito kilométrico de Madrid que tenía en su despacho su padre. 'Son pequeños recuerdos que me gusta tener cerca', apunta Fernández-Estrada.En las paredes del despacho sólo hay un cuadro. Se trata de una fotografía de unos caramelos de violetas de Alfonso Breznes. Y como buen contratista, bromea y dice que le gustan los coches y jugar al mus. También juega al pádel. A lo que no se ha aficionado todavía es al golf. Y eso a pesar de que en su mesa tiene una colección de bolas, que le regalan sus empleados. 'Aunque empezaré a jugar pronto, porque parece que no eres nadie si no lo haces'.